9. Recuerdos borrosos

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Me desperté con un fuerte dolor de cabeza. Mis ojos casi no podían abrirse, estaban demasiado sensibles a la luz. Un fuerte pitido sonaba en dentro de mis oídos, aunque poco a poco se fue apagando a la vez que mis ojos se tornaban menos borrosos.

—¡¡Zoro!! —Escuché a mi madre llamarme a gritos desde el piso de abajo.

Como pude, y gruñendo, me levanté y a duras penas logré mantener el equilibrio. Bajé las escaleras casi cayéndome por el camino. Odiaba estar así, tan torpe. Además, en este estado, no podría aprovechar para entrenar.

—A ver si aprendes a no ser tan idiota. —frunció el ceño mientras me señalaba con la espatula—. De verdad, ya no sé qué más hacer contigo. Menos mal que estaba (Tn), si no, no se que sería de ti. —suspiró.

—¿(Tn)? —Recuerdos de la noche anterior vinieron a mi cabeza. Sin embargo, era como si hubiese un espacio en blanco en cierto punto de ellos. A partir del momento en el que estaba en la terraza, mi mente comenzaba a distorsionarlos, a hacerlos borrosos.

—¿Que pasó ayer? —me senté y bebí el vaso de agua que mi madre puso frente a mí.

—¡Pues que habíais bebido todos, eso es lo que había pasado! Y (Tn) llamó para que os recogieramos. La pobre... tuvo que ir a su casa en bici ella sola. Me ofrecí a llevarla, pero me dijo que no me preocupara porque no podía dejar la bici. Le pedí que me escribiera en cuanto llegase a casa, por supuesto, menos mal que llegó bien.

Mis ojos, hasta ahora entrecerrados, se abrieron de par en par, y, como si la resaca se me hubiese ido de repente, corrí escaleras arriba a mi habitación para coger el teléfono. Abrí la aplicación de mensajes y rápidamente busqué entre los contactos hasta pinchar en su nombre.

Zoro: (Tn), perdón por no acompañarte ayer. ¿Llegaste bien?

(Tn): Me crucé con Ace que casualmente también habia estado de fiesta y me acompañó hasta casa.

Miré la pantalla mientras me mordía la lengua. Qué tonto había sido. Encima, a saber de que habrían hablado esos dos.

(Tn): De todas formas, gracias por preocuparte. ¿Qué tal vas con la resaca?

Zoro: Pues...

(Tn): JAJAJA, bueno, bebe agua y descansa. Anoche me lo pasé muy bien :))

Miré el vinilo sobre la mesa y la imagen de ella tendiéndomelo con una sonrisa se me vino a la cabeza. Sonreí.

—¡Mamá! ¿Dónde está el tocadiscos? —grité, esperando por una respuesta por parte de mi madre desde el piso de abajo.

—¿Qué tocadiscos? ¡Nunca hemos tenido uno! —me gritó de vuelta, como si estuviese diciendo una locura.

Mierda. Sin tocadiscos, no podía escuchar el vinilo. Mis ojos pasaron a la hucha en forma de cerdito que tenía. Hacía tiempo que no gastaba el dinero ahorrado, y quizás ese fuera el momento. Sin pensarlo, me vestí y saqué el dinero de la hucha. No los había contado, pero suponía que habría más que suficiente. Eran las 11 de la mañana, llegaría de sobra a la tienda.

En nuestro barrio había una tienda de música donde vendían vinilos, CDs, púas, y todo tipo de cosas que un aficionado a la música podía querer.

Me dirigí a la tienda sin pensar en nada en particular. Simplemente, me iba fijándo en el movimiento de las hojas con el viento, en los pajaros que hacían un nido en un arbol, en la gente que pasaba, y en el ocasional gato que corría por la acera.

Pasé por casa de (Tn), sin embargo, me abstuve de tocar su puerta para que me acompañara. El decirle que no tenía un tocadiscos para escuchar el vinilo me daba verguenza, no se muy bien por qué; el caso es que continué mi camino mientras silbaba tranquilamente.

Voluntad de acero (Zoro x Lectora)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora