El espejo me devolvió una imagen distorsionada de mí misma. No era solo por los golpes de la pelea con Jackson, aunque cada hematoma, cada rasguño en mi piel era un recordatorio físico de lo que había sucedido. Lo peor estaba dentro, en lo profundo. Un dolor que no podía medir con los ojos, que no se podía ver ni tocar, pero estaba ahí, aplastante, como una presencia constante.
Me metí bajo la ducha con la esperanza de que el agua caliente disipara la sensación de suciedad que me envolvía. Pero no funcionó. El vapor solo hacía que mi mente divagara más, recordándome cada segundo del enfrentamiento, cada palabra que había salido de su boca como un cuchillo directo a mi orgullo.
"Eres débil."
No importaba cuántas veces intentara sacudir esa idea de mi cabeza. Jackson me lo había demostrado. No era lo suficientemente fuerte. No para esto. No para lo que venía.
Jheremy.
Su nombre pulsó en mi cabeza como un eco maldito. Tenía que verlo. Tenía que enfrentarlo.
No podía dejar que me viera así. No podía permitir que supiera que dudaba, que sentía este vacío aplastante en el pecho, ese sentimiento de desmoronamiento que no podía evitar. Tenía que ser fuerte. Tenía que ser imparable.
Así que tomé mis libros, me los eché sobre el hombro y me obligué a salir. Necesitaba desconectar. La biblioteca estaba casi vacía. Perfecto. Necesitaba silencio. Necesitaba perderme en algo que no fuera mi propia mente, aunque sabía que eso era una causa perdida. Mis pensamientos, mis recuerdos, estaban atrapados en un solo lugar.
En cuanto me senté en una de las mesas y empecé a abrir los libros, intentando centrarme, una voz interrumpió mi intento de distracción.
Las palabras se desdibujaban ante mi, abrí el paquete de patatas que traía conmigo y me puse a engullirlos.
—Está prohibido comer en la biblioteca —dijo una voz tranquila pero firme.
Un escalofrío recorrió mi espalda. Levanté la vista, preparándome para cualquier cosa, y vi a la chica. Estaba ahí, en frente de mí, sonriendo con una dulzura que no encajaba en ese ambiente. Llevaba unas gafas grandes que ocultaban parcialmente su mirada, pero aun así sentí que me estaba analizando. Como si estuviera buscando algo en mí, algo que no quería que encontrara.
Miré hacia abajo, al paquete de papas en mi mano, y las metí a la boca sin preocuparme.
—¿Dónde lo dice? —pregunté con la boca llena, sin darle mucha importancia.
Ella no parecía sorprenderse por mi actitud. Sin dejar de sonreír, señaló un cartel a menos de un metro de distancia.
PROHIBIDO COMER.
Me encogí de hombros, con indiferencia.
—También está prohibido matar, y todos lo hacen. Las reglas son solo palabras, después de todo.
El aire entre nosotras cambió. Un silencio denso se instaló, y por primera vez, la sensación de que algo iba mal me recorrió la piel. Era como si la chica no fuera una simple estudiante. No era normal. Había algo extraño en su presencia. Algo en su mirada.
Entonces, la chica abrió la boca para decir algo que hizo que mi cuerpo entero se tensara.
—No debes confiar en Jheremy... Ella está detrás de ti. Va a vengarse y...
Un disparo rompió el aire.
La chica cayó.
Por un segundo, todo se detuvo. El sonido del impacto, el golpe de su cuerpo al chocar contra el suelo. El estruendo en mi cabeza era ensordecedor.
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La venganza de Brenda Owen
Misterio / Suspenso¿Quién dijo que la maldad no puede ser tan seductora como peligrosa? En los rincones más oscuros de la mente humana, lo prohibido no solo atrae, sino que consume, dejando a su paso una sombra que acecha incluso a los más fuertes. Brenda Owen no es l...