Prólogo

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-¿Aún no? _cuestionó con cierta impaciencia mientras observaba a una joven de hebras platinadas, quien se encontraba de rodillas frente a él_

-Mis disculpas, joven señor. No hemos podido hallar rastro alguno del objetivo. Hemos desplegado toda nuestra fuerza por los alrededores y más recónditos rincones, pero no hemos logrado percibir ni una partícula de su rastro mágico.

-¿Es eso o simplemente no están buscando con suficiente empeño? La fecha está cerca y el más mínimo error puede costar que todo quede arruinado. Y créeme cuando te digo que una vez lo arruinen, yo, personalmente, me encargaré de extinguir a tu raza de una vez por todas...

Ante la peligrosa amenaza, la fémina contuvo una expresión de terror y acto seguido colocó ambas palmas de sus manos en el suelo, prácticamente rogando.

-Le ruego que me perdone, alteza. Pondremos más afán en nuestra búsqueda.

-Por tu bien, espero que así sea.

La joven se apresuró a retirarse tras el último intercambio mientras un par de ojos ambarinos le veían marchar con pena. Por mucho que le gustaría intervenir, hacía mucho que sus palabras dejaron de tener alguna endeble influencia en aquel que estaba al mando actualmente. No se sentía bien para él. Saber que los rastros de vida sobre la faz del planeta eran tan escasos que bien podría contarlos con unos dedos extra. No quedaba absolutamente nada, nadie. Con pensamientos como esos muchas veces agradecía que todas las cortinas cubriesen cada ventana habida y por haber en el nuevo palacio. Mirar al exterior y forzar sus ojos a apreciar la desolación global que abundaba, impregnando el aire con el hedor de muerte y soledad, era simplemente un terror más en su reciente lista.

Sin mediar siquiera palabra, prefirió retirarse y dejar a "su alteza" en su tan común soledad. Algo que ya no parecía desagradarle en lo absoluto. Sus ojos fríos y ensombrecidos solamente calaban hasta lo más profundo a cualquiera que fuese el objetivo de su mirada. Por su propio bien, prefería mantenerse alejado antes que enfrentar algún momento que pudiese tener un terrible desenlace. Sus pasos resonaban por los pasillos vacíos mientras las llamas de las antorchas de las paredes hacían retorcer su sombra en el muro opuesto. Solo había una habitación a la cual podría estar dirigiéndose una vez dejaba la sala del trono. El panorama comenzó a cambiar, dejando atrás los sombríos pasillos con antorchas y cortinas carmín oscuro, para dar paso a un ambiente más inocente y agradable. Las paredes parecían tomar un color más puro a pesar de ser exactamente iguales a las previamente vistas. Las cortinas bloqueando la luz exterior no hacían más deprimente la vista, las antorchas iluminaban más frecuentemente el paso... No se escuchaba un solo sonido lejos del crepitar de las llamas y sus pasos haciendo eco. Finalmente, alcanzó la única puerta existente al final del extenso pasillo. Sin mucho esfuerzo, abrió la misma. Una pequeña mariposa amarilla revoloteó fuera de la sala, uno de los pocos seres vivos que quedaban en el mundo. Rápidamente capturó la misma, devolviéndola con sumo cuidado al interior de la habitación y cerrando la puerta una vez estuvo del otro lado. El suelo pulido y rocoso pronto fue reemplazado por césped verde. Algunas flores silvestres eran apreciables en pequeñas colonias dispersas en el verdor del suelo. Pequeños arbustos perfectamente podados rodeaban la habitación y un pequeño sendero de losas atravesaba la gran sala hasta lo que aparentaba ser un enorme ataúd en el centro. Las mariposas se acumulaban cerca de este, se posaban sobre él, y volvían a agitar las alas para alejarse por breves momentos.

Era extraño, un objeto hecho para conservar la muerte misma, atrayendo a las pocas vidas restantes de la faz de la tierra cerca suyo. Desde hacía ya algún tiempo había comenzado a tener vagas esperanzas de que la presencia de aquellos insectos era alguna especie de señal. La primera vez que se instaló aquella habitación, no había nada de césped, ni flores silvestres, ni mucho menos mariposas. Comenzaron a aparecer con el tiempo, pequeñas briznas de hierba comenzaron a emerger en el suelo cercano y poco a poco comenzó a expandirse. Los arbustos requirieron su cuidado respectivo una vez crecieron hasta cierto punto. Ahora, las mariposas, no tenía la menor idea de dónde habían llegado. Quería creer que algo estaba pasando, pero como negligente que era con respecto a temas de la vida misma, no tenía idea de dónde comenzar a atar los cabos. Por supuesto, solamente él tenía registro de aquellos raros eventos, después de todo, actualmente era el único que solía hacer una visita a aquel ataúd que yacía en medio de la habitación. El ataúd donde yacía el cuerpo de su única y mejor amiga.

Her Will [Prince!Kokichi Ouma x Plebeian!Reader]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora