Capítulo 2: Perdida.

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Era algo estresante saber que un plan tan bien elaborado, aunque fuese en cuestión de instantes, tardaría lo suyo en comenzar a ser realizado. Mientras Kiyo caminaba de un sitio a otro pensando sin descanso en cómo dejar aquel callejón sin salida lo antes posible, ___ miraba a cada rincón de la habitación, ocasionalmente mirando en dirección a la puerta entreabierta, temiendo a la oscuridad que se apreciaba al otro lado del espacio que está dejaba ver. Como si temiera que algo saltaría de las sombras en cualquier momento, o peor aún, que el rey aparecería sin previo aviso. Y no, no es que estuviese especialmente asustada del pelimorado o algo por el estilo, si se apareciese de la nada se atrevería incluso a abofetearle con toda su fuerza sabiendo que su acción no tendría represalia alguna. Kokichi podía haber cambiado, pero algo que nunca ocurriría con él sería el responder violentamente a alguna acción suya. Ya fuese que le ofendiese verbalmente, le golpease, o incluso si atentase con matarle (cosa que por muchas razones nunca ocurriría), mientras fuese la misma fémina de hebras ___, él no movería un dedo para impedirlo o responder a cualquiera de dichos actos. Solo por ser ella, lo permitiría. Era un hecho innegable que todavía seguía aferrado al afecto que sintió tiempo atrás, cuando el caos no había envuelto al mundo, en una forma retorcida y aterradora, pero los sentimientos seguían ahí.

Claro, debe ser mencionado que esas emociones quedaban sepultadas bajo su obsesión con permitir la repetición del pasado que conllevó a la desgracia actual, simplemente por un capricho personal con el fin de autocomplacerse sabiendo que con ello permitiría que sus recuerdos de la previa vida de la peli___ en su compañía seguirían ahí. Incluso si él volvía al pasado, ¿qué iba a lograr si ella no volvía a la misma línea temporal? Nada se habría hecho y habría sido una perdida de tiempo (en un sentido) y un esfuerzo vano que no estaba dispuesto a conceder ni por la menor de las causas. Actualmente, Kokichi se regía a sí mismo por acciones lógicas y premeditadas en las cuales absolutamente nada fallaba, al menos, siempre que estas dependiesen de sí mismo, ya se podía ver que podía enojarse lo suficiente cuando las cosas tomaban más tiempo de lo que le gustaría, e incluso si tenía en su total esplendor las capacidades para cumplir cualquiera de sus ideas extravagantes, se retenía a sí mismo de dejar sus aposentos a menos que lo creyese necesario.

Y hablando del susodicho, Kokichi se encontraba ahora en la habitación de Masaru, contemplando al niño dormir con una muy sutil sonrisa en el rostro. Por lo menos se notaba que él disfrutaba de su descanso. La habitación de Masaru, aparte de aquella en la que antes descansaba el cuerpo inerte de ___ (ignorando los hechos recientes), eran, probablemente, las únicas que contrastaban el aspecto fúnebre y siniestro de todo el lugar. La habitación de Masaru rebosaba de color, había juguetes desparramados por el suelo, suaves almohadas dispersas en alguna que otra esquina, libros infantiles y demás ordenadamente colocados en una amplia estantería para su selección. Lo único faltante sería el hecho de que la habitación estaba totalmente carente de ventanas que mostrasen al menor lo devastado que estaba el paisaje al otro lado de las mismas. Estaba perfectamente ventilada por otros medios, pero totalmente diseñada para impedir al menor alarmarse por la situación actual del mundo. Masaru era, probablemente, la única persona que permanecía inocentemente exenta de la devastación que predominaba en el mundo. Indudablemente causado por el mismo pelimorado que le observaba dormir pacíficamente después de haber estado pasando el rato escuchando todo lo que el pequeño tenía para decir. Dedicó al menos una hora a escucharle hablar sobre algún cuento que habría leído o el como algunos de sus subordinados habían pasado el rato con él (como les había sido ordenado), solo para perder miserablemente en algún juego que el menor propusiera para entretenerse. E incluso si la única respuesta a sus palabras fuese alguna palmada delicada en su cabeza, dejando sus cabellos ligeramente desordenados, o una sonrisa vacía y apenas apreciable, para Masaru era suficiente. Kokichi seguía siendo tan atento con él como lo fue mucho antes, incluso en sus ojos vacíos, el menor era capaz de apreciar el afecto y la atención que le dedicaba a través de un rostro casi inexpresivo.

Her Will [Prince!Kokichi Ouma x Plebeian!Reader]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora