Capítulo 11: Valores.

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-___... Mamá va a despertar, ¿verdad? _cuestionó el pelimorado mirando con preocupación a au madre, abrazaba su conejo de felpa con fuerza. La fémina podía ver lágrimas asomarse en sus ojos y no tuvo mejor idea de acariciar su cabeza y asentir_

La peli___ volteó a ver el rostro de la madre del pequeño. Hacía ya horas desde el incidente y había recuperado el color. El rey, por otro lado, estaba furioso después de toda la conmoción. No había, ni siquiera en el consejo, alma que pudiese calmarle. ¡Su esposa estuvo a punto de perder la vida delante de su cara! De no ser por ___, no lo habría logrado. ¡Una niña de 7 años había sido capaz de lograr un milagro con sus propias manos! Oh, de solo pensarlo sentía alivio a la vez que desesperación. ¿Y si ella no hubiese estado ahí? Si solo el pobre hombre supiera. La mera presencia de la peli___ cambiaba tantas cosas que en otras circunstancias hubiesen sido catastróficas.

El rey se paseaba por la sala del consejo, sus brazos cruzados y cabizbajo. Los ancianos y ancianas del consejo le miraban en silencio, avergonzados. Hacía unas horas, mucho antes de todo el embrollo en el salón del trono, aquellos viejos habían estado debatiendo con el soberano sobre la decisión de aceptar a la hija del duque como prometida del príncipe. Y él que esperaba que no pusieran quejas, pero ellos estaban decididos a elegir a otra persona -por recomendación de sus contactos entre nobles-, pero pronto tuvieron sus bocas cerradas. El rey se opuso con creces y los consejeros decidieron sacar trapos sucios y comenzar a mentar posibles defectos que la pobre chiquilla pudiese tener. Y fallando vergonzosa y miserablemente, ya que no había nada que pudiesen usar: la chica era culta, dedicada a sus estudios, talentosa, con un estatus social remarcable y lo peor y más importante, tenía a la familia real en la palma de su mano. La reina la adoraba, el rey no se quedaba atrás, y no hace falta mencionar a quien la eligió por prometida. Con todo en su contra, solo podían guardar silencio y esperar alguna oportunidad de tratar de convencerles de nuevo. Pero, ¡oh, vaya sorpresa! La niña ahora había salvado la vida de la reina. ¿Qué había ahora para hacer? Ni siquiera ellos mismos se atreverían a decir algo en su contra ahora.

Cuando el rey entró hecho una furia por aquella puerta y fueron informados de la conmoción, todos corrieron a ver a su alteza. Alarmados de saber lo ocurrido, pero aliviados de corroborar que la reina estaba bien. ¡Salvada por una niña, ni más ni menos! Si la hubiesen echado, oh, quién sabe qué hubiese sido de la reina. No se atrevían a pensarlo siquiera. El rey les había echado en cara su ignorancia y ahora el consejo, mientras el rey se tranquilizaba, buscaba la forma de recompensar la hazaña de la peli___. ¿Pero qué podían ofrecer a la hija de un duque, cuya fama ya no puede alcanzar mayores alturas? ¿Dinero? ¡No lo necesitaba! ¿Un monumento? Pero si iba a ser la esposa del principe a futuro, su cara estaría en los retratos reales. ¿Tierras? ¡Aún era muy joven! Pues habría que preguntarle qué podría querer.

-Deberíamos simplemente concederle a la niña el beneficio de la duda. Sería un problema compensarle con algo que no desee. _sugirió una de las ancianas, los demás no tardaron mucho en alcanzar la misma conclusión y asentir._

-Convoquen a la señorita. _ordenó uno de los mayores a uno de los guardias de la puerta. El sujeto asintió, emitió su saludo y rápidamente salió a cumplir con la petición._ Espero que no haga una rabieta.

-¿Rabieta? _cuestionó el rey, mirando sorprendido a quien habia hablado_ Esa chiquilla no se parece a nadie de su edad. ¡Hasta parece tener más madurez que muchos de los que estamos aquí!

-La sobreestimas, Ouma. _comentó el mayor de los ancianos y cabecilla del consejo_ No desdeñamos sus esfuerzos y no negamos nuestra gratitud por su heroico acto. Pero, ¿madurez? ¡Es solo una niña!

-Pues siente la vergüenza tú mismo cuando le tengas delante. ¡Ah, aquí llega! _expresó el rey. La peli___ en cuestión hizo acto de presencia. Tras una reverencia a modo de cortesía, una de las ancianas le invitó a tomar asiento en la gran y redonda mesa en la que todos, en sus respectivos asientos, llevaban a cabo el debate._

Her Will [Prince!Kokichi Ouma x Plebeian!Reader]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora