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Ese día en el jardín...

Lo recordaba muy bien.

¡Mi tierna Luna!

Tu sonrisa me deslumbró, sabía que era el momento indicado, estaba preso en tu inocencia, así que me arme de valor y sólo dije lo que mi tierno corazón sentía.

—Luna... ¿Quisieras comprometerte conmigo para siempre?

Me miraste por unos segundos sin decir nada, tu rostro estaba neutro, era extraño que no expresaras nada, eso me estaba comiendo por dentro.

—No espera, no era era así... Uff, lamento haberte asustado... es que soy... es que soy, ay no... mira soy terrible para esto... yo.. —Estaba nervioso, la niña que me había gustado desde que tenía uso de razón, me miraba con una tierna sonrisa que intuía que podía ser lastima.

—Hablas como un adulto, cálmate a penas tenemos 12, ni yo se que quiero, ¿esta bien?... pero debo de admitir que me gustaría pasar el resto de mi vida a tu lado.... — Sonrió con picardía para luego morder la manzana que yo tenía en la mano.

—¡Oye! ¿Qué dijiste? — no podía creerlo, ¿Eso era un sí o un no, o tal vez un quizás? Mi mente no paraba de pensar en lo que acaba de escuchar.

Comenzaste a caminar, mientras le dabas otro mordisco a mi manzana y sonreías con autosuficiencia.

—Ángel... Dios nos creó para estar juntos, pero no es el momento indicado, creo que debemos crecer, madurar en el Señor y cuando sea su voluntad nos casaremos. — Tu inmensa sabiduría siempre me dejaba anonadado.

Pensaba que podía ser un amor inmaduro, después de haber crecido, aunque a mi corta edad creía que era amor de verdad.

Mi único Error es Seguirte AmandoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora