35

16 12 0
                                    

Luego estabas tú, mi idónea.

Era así como me gustaba decirte, era algo que simplemente yo lo decía para mi mismo, aunque en una que otra de nuestras conversaciones hablabamos de nuestro futuro.

En la secundaría muchos se rían de nosotros, nunca te vi quejarte o sentir miedo, tomabas mi mano, sonreías y eso hacia que mi valor subiera, predicar junto a ti era el paisaje mas bonito, era intenso.

Luego estaban mis luchas, mi cambio hormonal comenzaba a desequilibrarse, era muy extraño, luchaba con mis deseos e incluso con vicios que antes no notaba, sabía que habían cosas que no estaban correctas y eso me había sentir mal cuando las sentía dentro de mi como un campo minado.

Rogaba cada noche a Dios para no lastimarlo, no quería hacerlo y menos mi relación contigo que también era importante. Mi cuerpo me pedía cosas que podían verse muy atractivas al ojo humano, alcance a probar alguna, pero eso me estaba carcomiendo, era a Dios a quién hacía daño, no quería hacerlo, así que pelee conmigo cada día y aún así sigo luchando por que la batalla nunca acaba.

Muchas veces me ayudaste, sentía vergüenza al confesartelas, pero me conocías bien y eso me ayudaba muchísimo. Tu eras mi fortaleza, por eso nos complementabamos.

Pero en la universidad todo cambio...

O más bien tu cambiaste después del tiempo de estar en ella...

Mi único Error es Seguirte AmandoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora