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En todos los años que Terence Philips llevaba ejerciendo como jefe de policía en la pequeña comisaría de Bucheon, nunca había visto detenidos tan singulares como los que entraron esa mañana por la puerta escoltados por Colt Mackenzie. Colt... el eterno novato que, cada vez que tenía un poco de libertad en el ejercicio de su profesión, metía la pata molestando a algún personaje importante o escarmentando a algún imberbe jovenzuelo con un día de calabozo por una simple riña.

La última de sus jugadas había sido multar a un niño de cinco años por tirar un papel al suelo. Si seguía así, podría llegar a empapelar la comisaría con las quejas escritas por los vecinos debido a su estricta forma de hacer cumplir la ley. Terence lo había enviado a vigilar la desolada carretera que daba entrada a Bucheon con la esperanza de que no se metiera en problemas, ya que el tránsito era escaso y pacífico, pero, para su desgracia, Colt encontraba problemas allá donde fuera. En el momento en el que Terence vio al elegante joven esposado que caminaba malhumorado tras Colt, pensó que se le caía el mundo encima, ya que el caro traje de aquel doncel podría costar como cuatro meses de su sueldo, o quizá más.

Pensar en los culos que tendría que besar para disculparse por los errores de su ayudante lo puso enfermo, pero, cuando vio entrar por la puerta, también esposado, a un perro de ojos tristes y orejas caídas que no paraba de gimotear, decidió que Colt estaba mal de la cabeza y que tendría suerte si solamente le mandaban recoger la mierda de las aceras.

Terence se acercó despacio hacia el refinado Señorito en busca de algo de compasión por su parte, hasta que escuchó su altanero lenguaje y presenció sus modales, que para nada eran adecuados para un doncel.

—¡Escúcheme bien, agentucho de tres al cuarto! En el mismo instante en el que hable con mi tía, deseará no haber nacido. ¡Tendrá suerte si encuentra trabajo, aunque sea limpiando el ilustre trasero de Henry! Pagaré todas las multas que se atrevan a ponerme con un simple chasqueo de dedos y saldré de este despreciable pueblo lo más rápido que pueda... Pero usted... ¡usted necesitará vivir más de una vida para poder pagar ni siquiera los costos que le supondrán las demandas que presentaré contra su persona, tanto por arresto improcedente como por maltrato animal! Tal vez me apiade de usted cuando se halle en la miseria y le dé trabajo como sirviente de Henry... ¡Y le advierto que él es aún más rencoroso que yo!

—Colt, ¿quién es Henry? —preguntó Terence a su desanimado subalterno, que había comenzado a amedrentarse ante las amenazas de ese princesito maleducado.

—Es el perro —declaró Colt, a la espera de una regañina por parte de su superior al haberse excedido nuevamente en su deber.

—La celda cinco está vacía —anunció Terence a Colt, dándole su aprobación al arresto de ese presuntuoso arpía que sin duda alguna se merecía una lección. BaekHyun estaba hasta las narices de ese estúpido chucho, de esa mugrienta celda y, sobre todo, de las carcajadas de esos idiotas que, desde el preciso instante en el que lo habían encerrado, no pararon de reírse como locos ante los datos policiales que les mostraban los archivos de su obsoleto ordenador.

—¡Mira! ¡Mira esto! Metí el nombre del perro para reírme un rato de ti, Colt, y... ¿adivinas...? ¡El perro está fichado! —explicó uno de los agentes entre risotadas.

—¿Y sabes lo mejor? ¡El chucho tiene abogado! —añadió otro que no podía dejar de desternillarse. —Sí, ¡miss Simpatía es el abogado del perro! —indicó otro de los graciosos, señalando a BaekHyun.

—No me extraña que tenga tan malas pulgas, ¡seguro que se las ha pegado su cliente! —sentenció otro de los policías, revisando nuevamente los datos del distinguido animal.

UHDPP_ChanBaekDonde viven las historias. Descúbrelo ahora