08

237 31 1
                                    

Clínica El Pequeño Pajarito

Era un nombre un tanto irónico para una persona de la talla de ChanYeol Park, que dio lugar a un sinfín de burlas en mi mente, burlas que no quise expresar en voz alta para no romper la apacible tregua que se había establecido tácitamente entre nosotros, pero que sin duda apuntaría en mi agenda para recordar más tarde, por si acaso esa tregua finalizaba. Se trataba de un pequeño dispensario con un apacible recibidor, donde un hermoso mostrador de madera para dos personas daba la bienvenida. Un ordenador bastante obsoleto y un fichero antiguo de metal, donde el desorden parecía ser la norma, completaban el mobiliario de la zona de recepción.

Un gran reloj de pared adornado con los ojos de un gato mostraba el lento discurrir de las horas mientras sus bigotes se movían al compás del tiempo. Las sillas colocadas alrededor de una pequeña mesa auxiliar, llena de las típicas revistas de cotilleos de la prensa rosa, parecían muy cómodas. Para hacer la espera más amena, el preocupado dueño había pensado en todo: a un lado del mostrador había un pequeño mueble con una moderna cafetera y algunas pecaminosas galletitas, tanto para personas como para animales. Por desgracia, los variados productos que podían ser una buena venta complementaria, tales como correas, golosinas o juguetes para animales, habían sido bastante desatendidos al estar colocados de cualquier manera en un viejo expositor de metal junto a la entrada, que llamaba la atención únicamente por el polvo acumulado en él.

La clínica también poseía un pequeño despacho al que, tras echar un simple vistazo, catalogué como caos absoluto. En él, un hermoso escritorio de madera de roble apenas podía mostrar su esplendor debajo de una montaña de archivos y revistas de animales que se esparcían por doquier; solamente el horrendo sofá de dos plazas y la silla giratoria habían logrado evitar ser ocupadas por el desorden. La estantería que había junto al sofá estaba llena de libros de medicina veterinaria, por lo que decidí que ChanYeol podía llegar a tomarse su trabajo en serio si tan sólo lograba organizar un poco su vida. La habitación donde finalmente eran atendidos los animales me fue vetada por el insistente veterinario.

No obstante, pude echarle un fugaz vistazo cuando él tuvo que ir al pequeño baño de la entrada y me impresionó el orden que allí reinaba en comparación con el resto del local. La gran mesa de metal estaba limpia y reluciente. Los armarios de los medicamentos e instrumental médico estaban en perfecto estado de revista. Además, había una gran balanza, bastante moderna, en el suelo y, en una estancia contigua, se encontraba un inmenso lavabo, sin duda alguna para el baño de los animales, y unas amplias jaulas. Todo impecable. Tras decidir que el lugar era apto tanto para mí como para Henry, conseguí una confortable, aunque minúscula cama para perros un poco ajustada para su enorme trasero y le ordené no moverse de allí aunque la clínica se incendiara, ya que él era el responsable de todos los problemas en los que siempre acababa metiéndome.

Por suerte, Henry me obedeció dócilmente tras ser sobornado con una galletita de perros con sabor a chocolate. Mi primer día de trabajo me mostró la rutina que debía seguir en la clínica de ChanYeol. Rutina que no podía calificarse más que con el apelativo de un gran caos o, tal vez, de un tremendo desastre: las citas estaban mal tomadas, las fichas de los animales aparecían mezcladas y los precios eran irrisorios para la dedicación que se tomaba ese hombre en atender tanto a los animales como a las mujeres que venían solamente a molestar para escuchar algún chisme sobre el nuevo empleado forzoso de la clínica de ChanYeol. Las viejas chismosas se sentaban apaciblemente, quejándose de todo, mientras no dejaban de acariciar una y otra vez el pelaje de esos gordos gatos que apenas cambiaban de postura en sus regazos. Se dedicaban a mirarme de arriba abajo con sus inquisidoras miradas y a poner en duda cada uno de mis movimientos y de mis intentos de poner orden en ese lugar, algo a lo que ya estaba habituado, así que, para desgracia de esas ancianas, ninguna de sus protestas hizo mella en mí.

UHDPP_ChanBaekDonde viven las historias. Descúbrelo ahora