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Tara tenía tres horas en labor de parto, por más que intenté persuadirla de llevarla al hospital no quiso, me llamó idiota en cuatro idiomas distintos por no querer que tuviera a nuestras hijas como en la edad media.

-¡Deja de actuar como una desquiciada y déjame meter tu culo gordo al auto para ir al hospital!

-Haru ya Cállate, en un par de horas voy a escuchar a tus hijas llorar, hazme el favor de dejar tus berrinches para otro día.

Maldita loca.

-¿Y si el parto se complica? Pueden salir un montón de cosas mal Tara, ¡por el amor a los dioses! No las quiero perder.

Pude ver a Tara recoger todo la paciencia que le quedaba, la cual no era mucha, suspiró y me tocó la mejilla suavemente.

-Amore mio, no nos iremos de tu lado, respira profundo, tomate un clonazepam e intenta relajarte ¿si?

-¿Me estas pidiendo que me droge?

-Con drogas controladas Haruchiyo, te quiero lucido cuando las bebés lleguen.

Ella me dio la pequeña pastilla y la bebí con algo de agua, porque no me dejó hacerlo con alcohol, sus médicos particulares le revisaban cada tanto la dilatación, pero para mi todo iba muy lento.

El teléfono de Tara sonó y ella contestó, no parecía muy contenta con lo que le decían, porque la vena de su cuello se estaba marcando y parecía a punto de asesinar a alguien.

Se puso de pie y tomó sus pantuflas, con una mano en su espalda comenzó a caminar a la puerta.

-¿ey, ey adonde crees que vas?

-Tengo que resolver lo de la mercancía.

Si, en definitiva Tara está loca.

-Tara estas en labor de parto, ¡carajo no puedes ir a un puto lugar donde te pueden disparar!

-¡No confío en nadie que lo haga Sanzu!

-confía en mi, yo iré.

-Grazie, hay rumores de que quieren llevarsela y si es verdad eso me meterá en problemas con Bonten, ya sabes lo que pasará con Mikey si eso llega a pasar.

Desde que no decidí tomar un bando, Tara evita decirme más de la cuenta de sus asuntos con con el jefe, pero sé que le teme porque bajo otras circunstancias esto solo significaría una pequeña pérdida en su imperio y no tardaría en recuperarse.

La volví a meter a la cama, acomodándola en ella y despidiéndome de mi mujer. Antes de irme de la casa di ordenes precisas de que no dejaran a nadie entrar al cuarto de Tara más que al equipo medico y además que tuvieran los ojos bien puestos en Luca. Si a cualquiera se le ocurre tocar a mi familia se las tendrá que ver conmigo y yo no soy para nada blando.

Solo me tengo que asegurar que todo llegue en perfecto estado, mandar las cajas a todos los escondites que tiene Dionysus y evitar que alguien los intente robar, no es muy diferente a lo que hago en Japón, además los Haitani también estarán ahí, aunque se suponía que nadie debía saber que estoy aquí en Italia, solo espero que esos idiotas no estén de lengua larga con el jefe.

Llegué al almacén principal, no había mucha seguridad para no llamar la atención, pero los pocos hombres que asistieron estaban armados hasta los dientes.

Caminé al interior del viejo edificio y los Haitani ya estaban ahí, Rindou sentado en un rincón con Ran a su lado.

-Pero que nada grata sorpresa Sanzu- dijo Rindou con esa sonrisa burlona que tiene.

-Si te ignoro tal vez desaparezcas.

-Sigue soñando Haruchiyo.

-Es más bien una pesadilla.

Blood In The WineDonde viven las historias. Descúbrelo ahora