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Tengo días bastante solitarios, donde ni si quiera las mujeres más bellas y las drogas me llenan.

El único lugar donde quiero despertar es junto a Tara, en su cama viendo lo hermosa que es por las mañanas, con su rostro levemente hinchado y con esos bellos ojos avellana que brillan cuando les da el sol, levantando a los niños y saliendo los cinco como una familia normal. Pero nosotros jamás seremos normales, ni mucho menos una familia.

Todo en nosotros está mal. Pero se sentía tan bien estar con ella.

Aún recuerdo el primer día que la vi, iba con un vestido rojo ajustado del pecho, el pedazo de tela le caía perfectamente por el cuerpo.

Yo la miraba desde un rincón, ella reía por algo que decía su esposo, mientras que él estaba más concentrado en adular a su nuevo socio, no se daba cuenta del monumento de mujer que tenía en su brazo.

En lo único que podía pensar era en lo bonita que se debería de ver con la cara sonrojada y nerviosa mientras le coqueteo. Ella no es diferente a las demás mujeres de los mafiosos, simplemente están sedientas de atención y yo pienso dársela. Pero primero tengo que quitarle a su marido de encima.

Durante la noche no la perdí de vista, parecía que estaba en su ambiente, se relacionaba muy bien con cualquiera que se le acercara. Pero yo no puedo hacerlo, porque de hablarle podría meter en problemas a Bonten con Dionisio. Ese hijo de puta es de tener cuidado.

Llegó un punto donde ya no la vi, ni a ella ni a su marido. Miré la hora en mi reloj, aún era temprano, tenía tiempo de perderme un par de horas en un burdel.

Salí por la entrada principal y me encontré con ella, estaba mirando el extenso jardín con una copa en su mano, la luz de la luna se reflejaba sobre su piel bronceada.

-¿la puedo ayudar?- pregunté de forma cortes, para iniciar una conversación -Puedo pedir un taxi o buscar a su chófer si necesita.

-Estoy bien gracias, mi marido no tarda en salir- noté un leve acento extranjero y sus rasgos no eran para nada japoneses.

Ni si quiera me miró, estaba más concentrada en terminarse la botella que llevaba en la otra mano.

-¿Está segura?- pregunté una vez más, pero ella asintió, se sirvió más vino en su copa y se lo bebió de un trago. Yo me quedé de pie a su lado, observándola de reojo.

Si algo comparten todas las esposas de los mafiosos eran marcas de sus esposos en diferentes zonas del cuerpo que se pueden cubrir casi siempre, no era un secreto que algunas sufrían violencia.

Pero ella no, toda su piel era de un color uniforme y lo único que destacaba eran los lunares y las pecas en su cuello. Seguramente tiene en el rostro, pero deben de estar tapadas por el maquillaje.

-¿Qué haces?- preguntó al ver qué no pensaba irme de ahí hasta tener lo que quería.

-Espero a que su esposo llegue, no puedo permitir que una mujer se quede sola.

Puso los ojos en blanco y se paró frente a mi, me señaló con su dedo anular que estaba adornado con dos argollas, una de compromiso y otra de matrimonio. Se tambaleó un poco, así que la tomé del codo para evitar que se cayera.

No puedo permitir que un rostro tan bello se vea mallugado.

-Sé que sabes quien es mi marido, tú eres uno de Bonten ¿verdad?, así que si quieres ganarte el favor de Dionisio ve a lamerle el culo a él y déjame emborracharme en paz.

No era para nada lo que esperaba, creía que era una mujer delicada y frágil, pero tal parecía que no. Ella tenía carácter lo que solo provocaba que me gustara aún más.

Blood In The WineDonde viven las historias. Descúbrelo ahora