5 • Debido a las circunstancias que sobrepasan nuestro control

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—¡Jisung!

El profesor lo había llamado. Más que llamarlo, fue como una especie de advertencia, y Minho observó la situación. Allí, sentado en las gradas, exhausto, al igual que el pálido y sudoroso Jisung. Este último se había rendido a ayudar a los demás, quienes recogían el material de la clase de educación física. Veía a Jisung echarle un ojo a Changbin y Jeongin más allá, llevando colchonetas al cuarto, y lo vio lanzando un resoplido al aire, más un puchero devastador antes de acompañarlo en las gradas.

—No me deja tocar el material a no ser que sea con guantes —comentó con ese puchero, pero sus cejas estaban más fruncidas de lo normal—. Cree que infestaré todo.

Minho tardó en recomponerse de su estupefacción.

—Eso es ridículo —su voz se había alzado sin quererlo.

—Quizás no —creyó escuchar mal a Jisung—, o sí. Quizá él tiene razón y yo soy algo ignorante... No lo sé.

Minho bufó.

—Es muy mierda.

Jisung supo que se refirió a la situación en general, y asintió: —Sí, bueno, ¿quieres ir a mi casa luego de inglés?

«Oh.»

—Bueno.

—Es que se me salió hablarle sobre ti a mi mamá y me di cuenta que no sabía de tu existencia. ¡Yuqi nunca te había mencionado! —se abrireron grandes sus redondos ojos.

—Ah... Eso es...

—Pero ya no importa. Ahora que le conté, simplemente está curiosa de conocerte.

—Está bien.

Jisung volvió a asentir, repetidas veces con entusiasmo en la chispa de sus ojos antes de dirigirse a los camarines.

Minho vio esa esbelta espalda sudada irse, sus pasos con un deje de ánimo, y no pudo evitar comparar a ese Jisung con el Jisung del cumpleaños de Jeongin. Reparando en el rastro de lágrimas en esas mejillas abultadas —características de él— se le hacía terriblemente desolador. También la manera en como amablemente lo guió de vuelta a casa a pesar de haber estado llorando en silencio durante todo el viaje. En como se había despedido tan cabizbajo y en lo ausente que se retiró de su vista antes de siquiera partir. 

A un paso de cumplir unos tres meses conociéndose bien, nunca había visto al castaño tan deplorable. Lo pudo haber visto vomitando, adoleciendo, quejándose o abatiéndose, pero nunca sufriendo por alguien, por una amistad valiosa.

A este paso, Minho y su émpatico corazón (que trabajaba por ser cosa oculta) genuinamente deseaban hacer lo que fuese necesario para mantener a Jisung contento.

•    •    •

—¿Ya dejaste de andar cobrándole a la gente? —preguntó Jeongin.

Changbin dejó comer su postre para mirar a Jeongin, sentándose a su lado en un escalón del patio, sorbiendo jugo de naranja.

—Te gusta el chisme, eh.

—Me encanta —alzó sugestivas sus cejas, logrando hacer a Changbin entornar los ojos—. ¿Estás de mal humor? —se inclinó a verlo mejor.

—Algo así, supongo.

—Cuéntame.

El pelinegro suspiró. No podía aguantar esconderle cosas a su amigo de infancia, ahí, frente a su mirar. Honestamente, un sentimiento de apego le impedía cometer estas cosas por costumbre. No podían culparlo.

F.U.C.K • minsungDonde viven las historias. Descúbrelo ahora