Los días pasaron, y todo iba normal y corriente.
El perro de Horacio crecía fuerte y sano, ya lo habían llevado al veterinario para poder ponerle todas sus vacunas y desparasitarlo.
Horacio con su perro cogido en brazos lo llevo a la habitación de sus padres y lo subió a la cama.
El perro automáticamente caminó hacia el azabache y lamió su rostro.
-Mh, joder...- El moreno abrió sus ojos y vio al perro.
-¿Qué coño? Chu, chu, fuera de aquí.- Dijo con la voz ronca a causa de haber despertado recién.
-Hombree, ivadog.- Dijo Gustabo mientras sonreía.
El perro salto emocionado y se tiró arriba del rubio para empezar a lamer su cara.
-Hola papis, buenos días.- Saludo Horacio saltando arriba de sus padres y abrazandoa los dos.
Estuvieron un rato así acostados y se levantaron para ir a tomar un buen desayuno.
-Papis, ¿podríamos salir con ivadog al parque?-
-Claro, ¿por qué no?- Dijo Gustabo mirando a su pareja.
-No lo sé, he tenido mucho trabajo últimamente, tendré que ver, ¿sí?- Hablo acariciándole la mejilla a su hijo.
-Bueno...- El niño suspiro y se fue a su cuarto con su mascota siguiéndolo.
El mayor suspiró y se pasó las manos por toda la cara hasta llegar a su cabello y comenzó a tirarselo.
-Jack, tranquilo.- Hablo el rubio de ojos azules mientras ponía una mano en las manos del azabache.
-Espera.- Dijo, para luego sacar su teléfono es ir a hacer unas llamadas al patio trasero de la casa.
Gustabo espero a que su pareja llegará, se puso a ver twitter y demás hasta que Jack llegó a su lado.
-Vamos a salir, deje a Viktor a cargo de la malla.- Hablo el azabache.
Los papás de Horacio se fueron a la habitación de su hijo, para luego tocar la puerta.
El niño abrió la puerta mientras se limpiaba con su camiseta las lágrimas que caían de sus ojos llorosos.
-Hijo.-
-Dime, papi.- Dijo cuando los mayores entraron a la habitación y se sentaron en su cama, mientras el estaba acostado acariciándole la cabeza a su perrito.
-¿Quieres salir a pasear con ivadog?-
-¿Para qué? Si no tienes tiempo.- Dijo el niño un poco rencoroso.
-Horacio, hable con el tío Volkov y el se quedará a cargo de todos los anormales de la malla, así que tenemos todo el fin de semana libre para poder ir a pasear y a comer, ¿Cierto, amor?- Le habló al rubio. Este asintió.
Al niño le brillaron los ojitos de felicidad y fue corriendo a donde si padre para abrazarlo del cuello.
-Te quiero, papi.-
-Yo también.-