LO QUE ES MÍO ¿ES TUYO?

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—¿Lauren Jauregui?— Pregunta la señora del traje.

¿Es esta una pregunta con trampa? Mi audiencia hosca me mira con cautela. Miro alrededor de la habitación y noto que Mojo solo tiene carteles enmarcados de Sketch Republic y que el programa que se muestra frente a mí fue cancelado la temporada pasada. Realmente debería reemplazarlo.

—¿Sí?

—¿Está familiarizada con las reglas de conducta de los empleados que acordó cuando fue contratada aquí en Sketch Republic?

Ella sostiene el libro de reglas que nos dieron en la orientación.

—¿Cómo? Quiero decir que no lo leí, pero sé lo básico; no mate a sus compañeros de trabajo, cosas así.

—Esto es serio, señora Jauregui.

Solo la miro con mi cara de juego. Ella no debe querer jugar. Bueno, yo tampoco quiero jugar.

—Sí, creo que entiendo bastante las reglas.

—Nótese que en la página diecisiete se aborda claramente la regla contra la confraternización excesiva en la propiedad de la empresa.

—¿Excesiva?

Un sentimiento perturbador se arrastra a través de mí. ¿Adónde diablos va ella con esto? Como si no estuviera lo suficientemente inquieto, el tipo que acecha justo detrás de Arnauld me está mirando fijamente. Vuelvo a mirar a la dama de recursos humanos, la confusión es evidente en mi expresión. Mis brazos se aflojan dónde están doblados sobre mi pecho y caen a mis costados.

—¿Sabes que hay cámaras de seguridad en nuestras salas de conferencias?

Cámaras en las salas de conferencias... ¿Filmando qué? Ay dios mío.

Joder, joder, no.

Mi estómago ahora está en algún lugar cerca de mis rodillas. De repente me siento desnuda, frente a Arnauld y los trajes, nada menos.

—No.— Admito con gran desgana.

—¿Qué fue eso, maldita friki pervertida?— Grita Arnauld.

—¡Oye!— Le grito de vuelta. Ya es bastante malo saber que debe haber visto las imágenes, pero si me despiden de todos modos, he terminado con su mierda.

—Arnauld,— uno de los hombres de traje ladra, levantando la mano como una señal de alto.

Mi mente se queda en blanco excepto por un pensamiento.

Camila.

Tuvimos sexo en ese lugar, sin darnos cuenta de que, sin saberlo, adquiriríamos una audiencia que no aprecia el encanto de Camila inclinada sobre la mesa de conferencias de gran tamaño. Sé que estoy sonrojada y me odio por eso. Me aclaro la garganta.

—Ya veo. No, estoy bastante segura de que eso no estuvo bien de acuerdo con la guía del empleado.

—Te voy a derribar, pequeña hija de puta—, gruñe Arnauld.

—¡Arnauld! Necesitamos salir por un momento. —Pide el de traje más grande.

—No,— ladra. —Terminemos con esto.

—Así que estoy despedida. ¿Algo más? —Me deslizo hasta el frente de mi asiento. Solo quiero salir de aquí y proteger a Camila de lo que seguramente vendrá... Cuanto antes mejor.

—No creo que entienda lo grave que es esto señora Jauregui.—Aconseja el de traje más pequeño. —Estamos muy preocupados porque parece que se usó cierto nivel de fuerza en las actividades del video de la grabación de la sala de conferencias.

Comic (Camren)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora