VIII

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La cita resultó ser en el parque de diversiones... un lugar un tanto infantil y nada apropiado para su edad pero —en ese momento— sentían como si solo ambos existieran en el mundo.


Luo Binghe visitó los diversos puestos de comida y entretenimiento con sus manos —y las de Shen Yuan— entrelazadas.


También hicieron fila en las diversas atracciones que ofrecía el parque —aún tomados de las manos, negándose a dejarse ir—.


El atardecer trajo consigo un espectáculo hermoso e irresistible incitándolos a besarse bajo las nubes moradas, verdes y naranjas que teñían el cielo.


Sus bocas se provocaron mutuamente —siempre de manera juguetona, tímida y gentil— y sus labios se separaron por un breve momento antes de volver a encontrarse para degustar el sabor a algodón de azúcar y ciruelas agridulces de sus lenguas.


Se besaron a su propio ritmo y sin importarles en lo más mínimo que los árboles estuviesen mirándolos.


Deberían haber seguido caminos diferentes una vez que llegaron a la casa de Shen Yuan —cosa que se negaron a hacer una vez más— y —en lugar de eso— volvieron a besarse (está vez hasta que se quedaron sin aliento).


Después de ese beso se desearon buenas noches y se abrazaron por un largo tiempo, permaneciendo así hasta que el perro del vecino los obligó a separarse.


Los dos se rieron de lo ridículo de la situación y prometieron volver a verse al día siguiente.

UN LENGUAJE QUE SOLO NOSOTROS CONOCEMOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora