XXI

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Shen Yuan se despertó tras escuchar suaves sollozos.


Luo Binghe estaba llorando.


Alarmado, intentó levantarse de la cama pero los brazos alrededor de su cintura se aferraron con más fuerza a él, pegándolo aún más contra el pecho del florista.


— Shizun.


— ¿Binghe?


— Shizun... ¿De verdad eres tú?


— Binghe... ¿Cómo...?


— Lo recuerdo todo, Shizun. Esposo, te extrañé demasiado.


— Binghe... ¿Es en serio? ¿Realmente recuerdas nuestra vida anterior?


— Sí. Este discípulo inútil lamenta no haber podido cumplir su promesa.


Shen Yuan se escapó del fuerte agarre que el protagonista ejercía sobre él y finalmente alzó la mirada para poder ver a los ojos al gran bebé llorón que tenía a su lado.


Le limpió con los dedos las abundantes lágrimas que caían de sus ojos y después procedió a consolar a su marido.


— Este esposo lamenta haber hecho que Binghe lo esperara por tanto tiempo.


Con una mirada completamente conmovedora —y que se reflejaba en los espejos verdes de Shen Yuan— Luo Binghe pidió.


— Shizun, prométeme que nunca volverás a abandonarme.


— Este Maestro lo promete. Jamás volveré a hacerlo. E, incluso si el destino nos vuelve a separar, siempre encontraré la forma de regresar a tu lado.


— ¡Shizun!


Con las lágrimas cayendo por sus mejillas —tal y como había sido siempre hacía ya una vida— el menor abrazó a su cónyuge con fuerza, temiendo que desapareciera en cualquier momento.


— Binghe— le espetó Shen Yuan, dándole un beso en la frente —Luo Binghe.


Está vez lo besó en la mejilla.


— ¿Sí?


— Este esposo no puede respirar, Binghe.


Al escucharlo el demonio celestial aflojó ligeramente su agarre antes de sonreírle con descaro.


— Supongo que debo devolverte esto.


El erudito llevó sus manos detrás de su cuello con la intención de quitarse el collar. Sin embargo su joven marido lo detuvo, negándose a qué siguiera haciendo cualquier otro movimiento.


— Shizun debería quedárselo. Luce mejor en él.


Shen Yuan sonrió mientras pasaba sus dedos por los bordes del jade y —después de besar la nariz de su esposo— finalmente dijo


— Compraremos otro mañana. Pídele al joyero que el nuevo luzca tal como este, ¿De acuerdo? Quiero que nuestros Guanyines sean idénticos.


Luo Binghe frotó su mejilla contra la de Shen Yuan antes de expresar su consentimiento con un "Mmm".


— Shizun.


— ¿Mmm?


— Shizun.


— ¿Sí?


— Shizun.


Shen Yuan respondió, sonriendo.


— ¿Qué pasa, Binghe?


— Nada. Solo quería llamarte por ese nombre una vez más. Shizun.


—¿Sí, mi amor?— contestó Shen Yuan mientras depositaba otro beso en su nariz.


— Respondiste a mi llamado.


— Sí. Y siempre lo haré. Dónde sea que estemos este Maestro responderá todas y cada una de las veces que su Binghe lo llame.


Mientras besaba a su esposo —quien estaba sin aliento sobre la cama— el protagonista volvió a colocarse sobre el bibliotecario.


Shen Yuan había olvidado que aún estaban íntimamente entrelazados y —sintiendo como el pene de su marido volvía a endurecerse de nuevo dentro de él— preguntó


— ¿Otra vez?


— Sí. Otra vez.


El ojiverde se aseguraría de siempre consentir a su esposo en esta vida —y las que estaban por venir—.


Lo mimaría a tal grado que echaría por completo a perder a su esposo.


Luo Binghe lo merecía.


Después de besar el pecho del florista —justo en el lugar en donde alguna vez estuvo su cicatriz— Shen Yuan sonrió.


— Que así sea entonces.

UN LENGUAJE QUE SOLO NOSOTROS CONOCEMOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora