VII

69 17 0
                                    


Cuando el ojiverde lo visitó al día siguiente y preguntó por tulipanes Luo Binghe ya había preparado con antelación una charola de bocadillos dulces.


El té de jazmín liberó un olor dulce que inundó el aire con el aroma de un nuevo comienzo.


Shen Yuan —como siempre— trajo lo usual para acompañar (postres, té y chocolate).


Ambos disfrutaron de una tranquila tarde en compañía del otro mientras comían y bebían el doble de las porciones usuales, intercambiando miradas secretas entre ellos con el atardecer de fondo y las flores como testigos.


Al siguiente día pidió diversos colores de violetas y —al mirar la larga fila que había debido a que la tienda estaba repleta de clientes— decidió robar por un breve momento al joven dueño de la floristería y lo llevó hacia la parte trasera del local, lugar en dónde —tras ponerle un trozo de papel entre las manos— le pidió una cita.


Esa noche Luo Binghe abrazó con tanta fuerza su almohada que provocó que la funda se rompiera y las plumas del relleno volaran libremente por toda la habitación.


También envío un mensaje de texto al número telefónico escrito en el pedazo de papel que Shen Yuan le había dado.


Ambos conversaron hasta entrada la madrugada y se hicieron preguntas tontas (como cual era su conjunto de pijama preferido, el tipo de comida que más les gustaba y qué canción, color y lugar era su favorito).


Era información irrelevante que ambos hubieran encontrado aburrida y poco interesante en cualquier otra circunstancia. 


Esa noche —cuando se quedó dormido— volvió a tener el mismo sueño extraño en el que veía a un hombre vestido con túnicas verdes dándole la espalda y —aunque cubría con un abanico la mitad inferior de su rostro— podía escucharlo llamándolo por su nombre.

UN LENGUAJE QUE SOLO NOSOTROS CONOCEMOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora