II

97 22 0
                                    


Shen Yuan.


Ese era el nombre del cliente.


Muy hermoso (al igual que su cara).


Tras terminar de realizar el cobro Luo Binghe le regresó la tarjeta a su legítimo dueño y después lo ayudó a poner las macetas en la parte trasera del automóvil.


— Gracias, Binghe.


Escuchar esa voz diciendo su nombre gatilló recuerdos dentro de la mente del florista.


Recuerdos que parecían ya no pertenecerle.


— ¿Cómo...?


Shen Yuan se rio mientras señalaba el letrero que estaba colocado por encima de la floristería. 


Su risa era suave y tintineante —como una campanilla—.


El más joven —por su parte— se sintió estúpido y rio avergonzado mientras se rascaba la parte posterior del cuello al darse cuenta que su nombre estaba escrito en un letrero con enormes letras en negrita —justo encima de su cabeza—.


Shen Yuan le dio las gracias por todo antes de alejarse manejando.


Luo Binghe se quedó de pie justo al lado de la calle —como si fuera un amante abandonado—.


Se quedó allí hasta que el grupo anterior de clientes —que habían entrado cuándo él y Shen Yuan se miraban— requirió su presencia.

UN LENGUAJE QUE SOLO NOSOTROS CONOCEMOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora