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El suave tintineo emitido por la campanilla al abrirse la puerta anunció la llegada de un nuevo cliente.


— ¡Ya voy! ¡Por favor deme un minuto!— gritó una voz al fondo de la floristería.


En cuando prestó más atención a su entorno Shen Yuan pudo distinguir el sonido de pasos apresurados acercándose —seguidos del sonido de algo cayendo al suelo y haciéndose añicos, una ligera maldición emitida por la misma voz de antes y finalmente pisadas mucho más suaves y pausadas—. 


Un joven —que se limpiaba la tierra que tenía en las manos en su ahora sucio delantal— se aproximó hacia él desde el fondo de la floristería hasta que finalmente llegó detrás del mostrador.


Al estar rodeado por flores desde todos los ángulos más bien parecía el amado hijo de Hades y Perséfone —quien había emergido de los campos Elíseos—.


Era muy atractivo —aunque de apariencia algo tosca— lo que le aportaba un sutil aire de peligrosidad.


También tenía unos profundos ojos negros cuya felicidad resultaba imposible de ocultar —y que los hacía tan brillantes como un par de girasoles—.


Los rasgos de su cara se suavizaron en cuanto dibujó una hermosa sonrisa en sus labios.


Todas las flores en la tienda parecían observar con detenimiento cada uno de los pasos que daba.


— ¡Ah! Siento mucho el alboroto. Estaba trabajando en el jardín que se encuentra en la parte trasera. ¿En qué puedo ayudarte?


La persona frente a él se veía muy atractiva con el suéter oscuro de cachemira que traía puesto.


Sí, quizá era de una talla demasiado grande pero su esbelto cuerpo lograba hacer que el cliente luciera perfectamente bien a pesar de ese pequeño detalle.


El desconocido y hermoso joven lo observaba sin apartarle la mirada.


— ¿Hola? ¿Te puedo ayudar en algo?— preguntó Luo Binghe al tiempo que con su mano hacía ligeros movimientos frente a la inexpresiva cara del hombre, intentando llamar su atención.


Su acción pareció sacar al cliente del trance en el que estaba y finalmente le sonrió.


¿Por qué su sonrisa le parecía tan familiar?


Era como si lo llamara a cierto lugar... a un sitio que había abandonado hacía mucho tiempo.


Un sitio que ahora era inalcanzable y al cual no podía volver.


Un sitio que se dispersaría con el viento en cuánto lo tocara —como si se tratara de un diente de león deshaciéndose frente a sus ojos—.


— Claveles.


— ...


UN LENGUAJE QUE SOLO NOSOTROS CONOCEMOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora