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Shen Yuan volvió a la floristería tres días después.


Está vez pidió hiedra y flores de naranja y —además de su presencia— le trajo a Luo Binghe una taza de chocolate caliente —más una de té para él— acompañada de bollos de pasta dulce de frijoles rojos al vapor .


Ambos comieron en compañía de un agradable silencio y al terminar sus alimentos el ojinegro le dio a Shen Yuan un recorrido por todo el invernadero —explicándole el significado de cada una de las flores al pasar junto a ellas, los cuidados específicos que requerían y como (según él) cada una de sus flores tenía una personalidad distinta—.


Shen Yuan lo escuchó con total interés —como si fuera un estudiante dispuesto a aprender de su interlocutor— y concentró toda su atención en él.


Ocasionalmente se demoraría un poco más de tiempo con ciertas flores. También juguetearía con sus pétalos de la misma forma en la que un amante provocaría a su compañero en la cama.


Era un gesto que parecía íntimo y sagrado.


Luo Binghe se sentiría por completo pleno con tan solo verlo.


Le daba la impresión de estar observando a una pequeña y traviesa hada que susurraba palabras tontas y dulces al oído de sus flores.


Era como si les contara secretos en completa confidencialidad.


Entonces —como siempre— Shen Yuan se iría, dejándolo atrás.

UN LENGUAJE QUE SOLO NOSOTROS CONOCEMOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora