10 | ¿Cena en familia?

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Me estoy terminando de ajustar el vestido frente al espejo cuando los recuerdos de la fiesta de la noche anterior vienen a mi cabeza

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Me estoy terminando de ajustar el vestido frente al espejo cuando los recuerdos de la fiesta de la noche anterior vienen a mi cabeza.

            Sonrío sin poder evitarlo.

            Sigo sin creer que hice todo aquello, y que fue Iván quién me sonsacó.

            Es hasta que veo en el espejo mi reflejo que me percato de que mi sonrisa se está saliendo de control.

            Sacudo la cabeza y me centro en atarme el cabello en una coleta alta, cuando de pronto llaman a mi puerta con unos ligeros golpes.

            —¿Se puede?

            Reconozco la voz de mi padre al instante. 

            —Adelante.

            Este pasa y se queda boquiabierto en cuando me ve. Así que frunzo una ceja como reacción.

            —¿Sucede algo?

            Me lanza una sonrisa antes de negar con la cabeza.

            —Sucede que cada día te pareces más a tu madre.

            Aquello me cae por sorpresa, de modo que lo único que puedo hacer es volver a girarme en dirección al espejo, incapaz de seguir mirando a mi padre.

            Escucho sus pasos acercarse a mí.

            —Perdóname, hija. No debí...

            —No —lo detengo, y por medio del espejo lo veo lamentarse al instante, así que continuo: —. Digo que, está bien. Saber que me parezco cada día más a ella es un alago que no podría fascinarme más.

            Este suelta un largo suspiro, y al mismo tiempo su expresión se relaja.

            —Y no solo estás heredando su belleza, si no que su fuerte corazón también.

            —Creo que ya está bien, papá.

           Me giro en su dirección de forma brusca antes de que siga hablando de ello. De ella.

            Una vez más lo veo sentirse culpable, así que tomo el valor y suspiro.

            —Por favor. Yo, aún, no me sien...

            —Tienes razón —me interrumpe—. Lo lamento mucho, hija. Dejaré que seas tú quién me hable de ella cuando te sientas lista.

            Es entonces que me doy cuenta de que aquella es la primera conversación decente que tenemos desde que llegamos a esta ciudad. Y se siente, bien.

            —Gracias —le digo finalmente antes de dedicarle una sonrisa amable que él pronto me devuelve.

            Se ajusta el cuello de la playera.

NUESTROS MIEDOS | IVÁN BUHAJERUKDonde viven las historias. Descúbrelo ahora