16 | No hay mejor versión

372 36 3
                                    

—Esto es increíble

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

—Esto es increíble. Nos ha echado de la casa —Me aferro a mi tabla de surf mientras bajamos a la playa.

Iván, que camina detrás de mí, también se aferra a la suya.

—Solo será un rato —dice él—. Además, ¿no te divertirás más viendo cómo caigo una y otra vez?

Sonrío.

—Sin duda.

En cuanto pisamos la arena toda tensión desaparece de mi cuerpo. Tomo una gran bocanada de aire y miro en dirección al mar.

—Tienes suerte. No hace mucho viento, o sea que las olas no serán tan buenas pero servirán para que no termines revolcado como siempre.

—Qué buena noticia —ironiza.

Me rio de él.

Es curioso que no haya tenido el valor de hablar con él durante tres días debido a lo ocurridos la noche de la reunión en casa de Austin. Y sin embargo, allí estamos, una vez más actuando como si apenas unos momentos antes no hubiésemos estado a nada de besarnos.

Otra vez.

No sé qué me pasa, pero a este paso menos terminaré de entender el por qué este argentino me hace bajar mis barreras con tanta facilidad. Lo que sí sé es que, como él lo dijo, a mí tampoco me gustaría desperdiciar el poco tiempo que tenemos en evitarnos y en pelear por todo.

Nos detenemos al pie del agua y descubro los nervios en su cara.

—Ya lo pensé mejor. Hoy solo flotaremos y nos relajaremos —le digo.

—¿Hay menos probabilidad de que termine volcado por las olas así?

Reprimo mi sonrisa.

—Sígueme.

Me acomodo la tabla y entro en el agua. Tardo un par de segundo en escuchar que me sigue.

—Recuerda, abdomen contra la tabla, y remarás con los brazos —le digo.

Conforme nos adentramos en el agua más me doy cuenta de que la corriente está muy tranquila, por lo cual no debe de haber problema alguno para Iván.

Me trepo en mi tabla una vez dejamos atrás la zona en la que las olas revientan, y empiezo a remar con ambas manos.

—¿Me estás siguiendo?

Lo escucho batallar y quejarse con su tabla, pero aun así contesta.

—Sí, pero ya nos metimos demasiado, ¿no crees?

Me rio.

—No vamos ni a la mitad. Tenemos que llegar después de donde se crean las olas.

—¿Pero qué decís? No quiero morir ahogado.

NUESTROS MIEDOS | IVÁN BUHAJERUKDonde viven las historias. Descúbrelo ahora