25 | No me mientan

345 31 5
                                    

Me remuevo sobre el camastro, por debajo del brazo que me rodea la cintura

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Me remuevo sobre el camastro, por debajo del brazo que me rodea la cintura. El brazo de Iván. Llevo despierta alrededor de diez minutos, pero me niego a abrir los ojos, a simplemente apartarme de él, que por la forma en la que respira, sé que sigue durmiendo.

Esbozo una sonrisa sin poder evitarlo. Pasamos el resto de la noche anterior allí en la terraza. Él me prestó su sudadera y yo me la puse encima del bañador que aún llevaba húmedo. Aún puedo escuchar el sonido de su risa cuando vio que ésta me quedaba casi a la misma altura de un vestido.

De pronto, también recuerdo las ganas que nos entraron de dormir cuando el alcohol empezó a abandonar nuestro sistema. El cómo aprovechamos ese cansancio para tumbarnos en el mismo camastro, mirándonos mientras continuábamos charlando. Él me habló un poco de Argentina y yo le hablé de México. Luego pasamos a hablar de nuestras cosas favoritas en general. Pero lo último que recuerdo fue que él se sumergió en la platica de cómo su mayor sueño es ganar cualquier categoría dentro de los premios a streamers.

Poco a poco, mientras la noche avanzaba, su voz se fue apagando y mis ojos perdiendo fuerza. Nuestros cuerpos se rindieron, y lo último que sentí fue su brazo rodearme la cintura, y aquel tirón con el que pegó mi espalda contra su pecho.

Salgo de aquel recuerdo en cuanto una terrible comezón me invade parte de mi tobillo izquierdo y de mi muslo derecho. Abro los ojos de golpe y entonces puedo ver que tengo un montón de piquetes de mosquitos en aquellas zonas.

Mierda. Ahora entiendo por qué no se debe de dormir a la intemperie.

La picazón se hace más insoportable de pronto. Pero maldita sea, no puedo rascarme porque eso implica despertar a Iván con mis movimientos. Puedo aguantar. Aprieto los dientes.

No, mierda, no puedo.

Estoy a punto de moverme para rascarme cuando de pronto escucho una garganta aclararse.

Oh, no.

Mi hermano está de pie en la puerta corrediza de cristal. Leva una bolsa negra de basura en una mano, pero sus ojos están puestos en nosotros.

En nosotros.

Me giro hacia Iván. Este sigue durmiendo. Y lo sigue haciendo incluso cuando me incorporo y me quito su brazo de encima.

—Seb...

Ni siquiera soy capaz de terminar aquello. No. No. Esto no puede estar pasando. Se me revuelve el estómago. Quiero vomitar.

—Liv hizo huevos para desayunar —dice mi hermano de pronto, todavía de pie en el mismo sitio.

¿Qué el desayuno... qué? ¿Escuché bien?

—Pero, escucha, nosotros... —Me señalo a mí misma y luego al castaño que duerme plácidamente, pero mi hermano sacude la cabeza.

—Limpié la casa como acordamos —Señala la bolsa—. Perdí anoche. Fui el primero en vomitar.

NUESTROS MIEDOS | IVÁN BUHAJERUKDonde viven las historias. Descúbrelo ahora