CAPÍTULO III

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4 de Enero. 10.16 AM.
Santander.

Triana.

Salí de la sala de testigo con el inspector jefe. Había contado todo lo que sabía, lo que suponía, pero mi trabajo había terminado ahí. Volvería a coger un avión esta misma tarde y me volvería a Dos Hermanas por la noche. Casi que podía haber hecho esto desde allí, sin gastarme casi todos los ahorros, pero no lo pensé.

−      Hugo, ¿puedes llevar a la señorita Triana al aeropuerto? −preguntó el jefe.

El hombre antipático estaba sentado en una silla al lado de la sala, se levantó rápidamente y asintió con la cabeza. Me pasó una mano por la espalda, para indicarme que caminara, aunque casi no me tocó sentí como el vello de la nuca se me ponía de punta.

Nos subimos a un coche, supuse que era el suyo personal, y condujo en silencio hasta el primer semáforo en rojo. No pude evitar mirar por la ventanilla, reconocí el gimnasio de Mónica al instante y vi como abrían las puertas.

−      ¿Puedes aparcar ahí? −le pregunté, señando un hueco vacío, frente al gimnasio.

−      No. −me respondió borde. −Te llevo al aeropuerto y me vuelvo a comisaría. −ni siquiera me miró.

Rodé los ojos y me quité el cinturón. Abrí la puerta del coche rápidamente, antes de que arrancara, y me bajé de él. Sentía su mirada en mi espalda, pero no oí nada, supuse que se quedaría callado, seguro que pensaba que estaba loca.

Entré al gimnasio sin preocuparme por si me seguía o no. Estaba vacío, al menos el vestíbulo. Pasé unos segundos recorriendo la habitación con la mirada, tocando cada rincón que había. Me dirigí hasta una vitrina donde había trofeos y cuadros, vi a Mónica en uno de ellos, lo cogí sin pensar.

−      ¿Te puedo ayudar en algo? −preguntó el chico que había visto abrir el gimnasio.

−      Sí. −di un par de pasos hasta él. −Te sonará raro, pero necesito que me digas la última vez que viste a Mónica. −le di el cuadro.

−      ¿Eres policía? −preguntó mirándome de arriba abajo. −Mónica es una cliente. −dejó el cuadro de donde lo había cogido.

−      Eso ya lo sé.

−      Pues si no me enseñas una placa, eso es lo que sé yo también, guapa. −me puso un mechón de la oreja y me sonrió cínico.

−      ¿Esta te vale?

La mano de Hugo sosteniendo una placa apareció frente a mi cara, haciendo que el chico retrocediera sobre sus pasos y se alejara de mí. Normal. La cara de serio y de borde de Hugo tenía que producir un miedo atroz.

−      Inspector Hugo León. −se presentó y guardó la placa.

El chico me miró un segundo y suspiró.

−      La última vez que vi a Mónica fue hace una semana, por lo menos. Antes de Noche Vieja, seguro. −se puso detrás del escritorio de recepción.

−      ¿El gimnasio no cierra en Navidad? −pregunté curiosa.

−      Sí, pero vivo en el edificio de al lado. La veo todos los días. −miró a Hugo. −La veía. −rectificó. −Solo abría hoy para airear un poco, pero no abro hasta el ocho. Quizás aparezca. Puede haberse ido a Valencia con su padre, no lo sé.

−      ¿No sois amigos? −pregunté.

−      No. Tenemos una relación estrictamente profesional.

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