CAPÍTULO XXV

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7 de Enero. 4.16PM.

Santander.

Triana.

Me desperté por el sonido del móvil, me dolía más la cabeza que esa mañana, y no era el mismo dolor de resaca que tenía cuando tuve que ingerir cocaína en el bar aquella vez, ni cuando me pasaba con el alcohol alguna noche de fiesta por mi cuenta. Esta vez era diferente, algo que me hacía dudar de las palabras del sobrino del Dani sin pensarlo.

− ¿Sí? −pregunté al responder el teléfono.

− ¿Triana de Morales?

− Sí, soy yo. −respondí extrañada.

− Se le solicita venir a la comisaría para un breve interrogatorio sobre el cuerpo que encontró esta mañana en el descampado a las afueras de la ciudad. −me informó una voz que conocía.

Sabía que era el comisario jefe quien me llamaba, pero él parecía no querer que le reconociera. Su tono de voz era algo más grave de como lo recordaba y se dirigía a mí como una testigo más, pero sabía que estaba enfadado. Enfadado porque había algo que no podía controlar, que fuera una periodista contra la que no tenía nada solo sumaba su odio.

− Se la requiere cuanto antes. −carraspeó incómodo por tutearme.

Seguramente estarían grabando la llamada.

− Estaré ahí en media hora. −aseguré y colgué.

No quería causar más problemas en la investigación, pero había encontrado un cuerpo por causalidad. Justo como había encontrado la cruz que llevaba colgada al cuello días antes en el mismo sitio, cuando olía tan mal en el coche de Hugo que había pensado que tenía un cadáver ahí dentro.

Me pregunto si quizás estaba destinada a encontrar el cuerpo ese día en vez del crucifijo, o si por centrarme en la cruz plateada ignoré el cuerpo quemado que olía a chamuscado desde la otra punta del vertedero. A lo mejor era cuestión de tiempo que ese cuerpo fuera descubierto por otra persona, pero tuve que ser yo.

Justo cuando cogí el llavero con la silueta de Andalucía y estaba dispuesta para irme, el dueño del piso apareció. Me quedé paralizada del susto, él no estaba asustado de verme allí, supongo que se imaginaba que me había quedado en el piso toda la noche y todo el día.

No venía vestido con el uniforme de policía, sino con unos vaqueros normales y una chaqueta de cuero, con el abrigo en la mano. Tenía en el pelo algo de nieve, pero se la quitó rápido con ayuda de su mano.

Se le notaba cansado, como si no hubiera dormido nada.

− Hola. −me escuché decir.

Mis palabras salieron antes que pudiera pensar que decir.

− ¿Dónde ibas? −preguntó señalando con la mirada las llaves en mi mano y colgando el abrigo en el perchero de la entrada. −Está nevando.

Ahora venía el momento donde le contaba a Hugo todo lo que había descubierto anoche. Tenía claro que no iba a decirle cómo lo había descubierto, pero ahora, mirándole a los ojos, había cambiado de idea. No podía mentirle, y ocultarle la verdad, en este caso, era sinónimo de mentir.

− Iba a la comisaría. −dije honesta.

− ¿Y eso? −preguntó girándose para mirarme mejor.

− Esta noche ha sido muy larga.

No tenía tiempo de contarle todo lo que sabía en ese momento, pero le prometí que se lo contaría si me llevaba a comisaría para declarar. Eso sí que se lo tuve que contar, que había sido yo la que había encontrado el cuerpo. No se sorprendió para nada, como si ya lo supiera.

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