CAPÍTULO IV

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Claro que no era solo una amiga para Hugo, era su mejor amiga. Encontrarla a ella sería volver a ser el policía que había sido antes de la desaparición de su hermana, antes de la muerte de su madre y antes de que se hubiera quitado la faceta de inspector como se quitó el uniforme. Si resolvía el caso de Mónica, podría volver a pedir abrir el caso de su hermana, esta vez con mucha más lógica que la primera.

A Hugo no le faltaba la lógica para nada, de hecho era bastante lógico y para nada sentimental si nos referimos a cómo gestionar las emociones. Cosa que sabía muy bien, pero que se le había olvidado en cuanto cogió el caso de su hermana, era incapaz de alejarse de los sentimientos.

Veía a Triana, dejándose llevar por aquella intuición que decía y se veía a sí mismo seis meses antes, en el caso de Lucía. Veía a Triana como si Mónica no fuera su mejor amiga, sino algo más que eso, como si fuera su hermana.

− Listo. −el chico le entregó un folio a Triana. −Son varios, no sé si os servirá de mucho, pero si puedo echar una mano con algo más... −se intentó ofrecer.

− Ya has hecho demasiado. −murmuró Hugo, de brazos cruzados.

Pero ninguno de los dos lo escuchó. Desde aquella esquina parecía pasar por invisible. Solo estaban Triana y el monitor del gimnasio en aquel despacho. Hugo no dejaba de mirarlos, las intenciones del monitor se veían claras para él, no sabía lo que había hecho con Mónica, pero desde luego no le hacía ninguna gracia imaginárselo.

El hecho de imaginarse lo que hubiera hecho con Mónica con Triana como protagonista tampoco le sentó demasiado bien a su estómago, que se encogió solo de pensarlo. Había visto como se había acercado a ella y como le había apartado un mechón suelto de su trenza, como le había acariciado la mejilla y como la miraba. Estaba claro que esa era su forma de atraer clientes a su gimnasio.

− Gracias. −dijo Triana. − ¿Podrías indicarme quien vive cerca de aquí? −preguntó apoyándose sobre la mesa, acercándose al chico.

Desde la perspectiva de Hugo se veía perfectamente como Triana había pestañado de manera diferente a cuando lo hacía normal, como si le hubiera puesto ojitos al cachas del monitor, aunque no hubiera sido con intenciones de tirarle la caña, Triana sabía que así podía conseguir mucha más información. Y en seducir era una experta.

− Pues eso tendría que venir en las fichas. −levantó la mirada hasta la de ella. −Yo vivo justo al lado. −recordó.

Hugo notó un tono de voz diferente al que había estado utilizando minutos antes, y eso le tensó al completo, como si le molestara. En cierta parte sí lo hacía. Estaban ahí como policías, aunque Triana no lo fuera, no podía permitir que esto fuera a mayores. Tenía que parar el juego que estaban teniendo o el que acabaría perdiendo sería él.

− Ya nos vamos.

Hugo cogió el portafolios que le estaba tendiendo el monitor a Triana, le puso una mano en el hombro a la morena, quien se levantó lentamente, colgándose el bolso al hombro, despacio, como si no quisiera irse de allí. Lo que Hugo relacionó con el chico que se encontraba al otro lado del escritorio.

− Soy Alberto. −se presentó, levantándose también y extendiendo una mano ante ella.

− Triana.

Apartó la mano y le dio dos besos en las mejillas, no un roce, no, dos besos. Le dejó un poco de brillo de labios en ellas, pero pareció no importarle para nada, ni a uno ni a la otra, al único que parecía importarle ese ambiente era al policía, que los miraba serio.

Triana y Hugo volvieron a montarse en el coche, la sonrisa de oreja a oreja que traía puesta la chica escondía los pensamientos que cruzaban por su mente. Pensaba lo mismo que el policía, que ese chico ocultaba algo y que tenía las mismas intenciones con Triana.

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