CAPÍTULO XX

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7 de Enero. 3.45AM.
Torre Blanca, Sevilla.

−      Triana es una chica complicada. Supe que había algo raro en ella desde que el Dani le guarda privilegios. −comentó Rocío.

A Hugo no le hizo ni pizca de gracia enterarse de eso. Se le pasaba por la cabeza una lista de esos privilegios, a cada cual peor. Que Triana tuviera privilegios no era nada bueno, sino todo lo contrario. Seguro que tenía que pagarlos de algún modo, y teniendo en cuenta cómo había hablado sobre ella minutos antes el dueño de aquel antro no los pagaba mal.

Imágenes de Triana subida en esa pasarela, bailando en la barra y haciendo bailes privados a viejos verdes y salidos, incluso al propio jefe, se le vinieron a la mente, consiguió que se le removiera el estómago. Hasta se alegraba que la sevillana estuviera en Santander, lejos de todos estos problemas.

−      ¿Qué relación tiene con el Dani? −preguntó Hugo, serio.

No sabía si quería saber la respuesta. O si esa contestación iba a hacer que se alejara de Triana, como había querido hacer desde que llegó y no había podido.

−      Cuando le pregunté me dejó claro que era estrictamente profesional. −dijo poco convencida. −Yo creo que se acostaba con él por salir cuando quería. −verbalizó la hipótesis de Hugo.

Aunque el gitano era más mayor que Triana por veinte años o más, era atractivo, no era tan raro que tuviera una relación con alguien tan joven como Triana, pero no se la imaginaba a ella saliendo con él, de hecho, no quería imaginársela saliendo con nadie, ni siquiera con ese tal Mateo que Rocío había mencionado y del cual aún no sabía nada.

Le bastaba haber visto la reacción de Rocío cuando lo confundió con él para saber que no era uno de los buenos, si es que había de esos.

−      Ya, ¿tenía algún privilegio más? −preguntó preocupado.

−      Sí, muchos más. Tenía mucha más seguridad que cualquier otra bailarina, más descansos, menos clientes, pero con más sueldo. Como si fuera algo exclusivo, que se reservara para cierto tipo de personas especiales. −suspiró pesadamente. −Dime qué te parece a ti. −dijo sarcástica.

−      ¿Y Mateo? −preguntó curioso. − ¿Quién coño es? ¿Trabaja aquí también?

−      Es su exnovio. −respondió sincera. −Tienen mucha historia detrás, se conocían desde el instituto o algo así. −le contó. −Y sí, trabaja aquí, de seguridad. −especificó.

Hugo repasó las caras de todos los porteros mentalmente, no encontró ninguno que le pareciera lo suficientemente atractivo para salir con Triana.

−      Solo trabaja cuando ella lo hace. −pareció mofarse de eso. −Otros de sus privilegios.

El inspector era plenamente consciente de que tenía que hacer preguntas sobre el gitano, sobre su club, sobre algo que no fuera Triana y su vida privada, pero no le salía. Quería seguir preguntando sobre ella.

−      Supongo que él es su seguridad. −dedujo Hugo.

−      Sí. −corroboró Rocío. −Hace días que no vienen.

−      ¿Sabes por qué?

−      Tengo una suposición.

Rocío miró el reloj que colgaba al lado de la puerta por donde había entrado la bailarina. Quedaban cinco minutos para que se cumpliera la media hora del baile privado. Después de eso, Rocío volvería a bailar para clientes y Hugo se iría al piso, sin las respuestas que la comisaría quería, pero con las que él necesitaba escuchar.

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