00 ─ Forks

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El característico cielo gris de Forks cubría todo por completo. Sentada en una banca se encontraba Katia, observaba la calle con la mirada perdida. Esperaba de manera tranquila a que su madre saliera de la farmacia, necesitaba comprar unas cosas y como ella había llegado tarde a la casa luego del instituto la había obligado a acompañarla. El viento sopló, haciendo que hundiera el cuello en el abrigo que traía, aquella leve brisa helada le sacudió hasta los huesos.

─Andando, Katia.

La voz de su madre resonó en sus oídos, se recupero de su pequeño viaje interno parándose y caminando hacia la mujer de cabellera rojiza.

Se habían mudado hacia un tiempo ya a Forks, aunque nadie los conocía casi. Vivían puntualmente en el lado de la reserva Quileute, habían escogido aquel lugar por estar apartado del pueblo. A pesar de que eran una familia de cinco personas, los pueblerinos nunca los veían merodear por ningún lado, a excepción de cuando iban a estudiar, o cuando Caroline salía a trabajar. A la que más conocían era a Katia, ella era la que hacía las compras, se paseaba con sus hermanos en camino de ida y vuelta del colegio, e iba al instituto junto a los pocos adolescentes que habían en el lugar.

Para todos no fue difícil tacharlos de satánicos o secta secreta, eran unos completos rarito. Bien dicen que pueblo pequeño, infierno grande.

Katia caminaba desganada por destras de su madre, Caroline no le prestaba atención a nada no que no sea caminar para llegar a su casa. Ignoraba las miradas, los saludos, la gente en sí.

─Mañana entro más temprano al instituto, no voy a poder llevar a Sophie.

Caroline soltó un bufido sonoro.

─No entiendo como no puede darte el tiempo, yo trabajo y estoy más horas fuera de casa que tú, y aun así me da el tiempo para todo.

Katia guardo silencio, solo observó como el rostro de su madre, optó por guardar silencio y dejarla quejarse, era mejor eso que hablar. No pasó mucho tiempo cuando llegaron a su casa, era una cabaña situada dentro del bosque (como la mayoría de los hogares en la reserva). Cuando Katia pasó la puerta de entrada, lo primero que vio fue al esposo de su madre sentado en un sofá mirando televisión. Su hermana de siete años, Sophie, se encontraba desparramada por la alfombra dibujando, y su hermano de trece años, Tedd, estaba sentado escribiendo en su móvil.

Caminó rápidamente hasta su habitación antes de que le dijesen algo, tuvo que levantar unos cuantos peluches de Sophie para no caerse. Se tumbó en su cama para revisar su teléfono, miró por arriba que tenía varios mensajes, eran de sus compañeros de clases, algunos de su hermana, y algunos otros de Seth, su novio.

No dudo mucho en abrir primero esos últimos para leerlos y contestarlos. Una sonrisa se le resbaló por los labios.

Seth:
¿Mañana paso a buscarte y vamos juntos?

Katia:
Si, pero no te acerques mucho a la casa, no quiero tener problemas con Andrew.

Seth:
Lo sé, mi sol. Te estaré esperando en el mismo árbol de siempre.

Katia:
Gracias, pulguita

Seth:
Siempre que quieras, mi sol <3

Katia:
<3<3
Descansa, nos vemos mañana.

La pequeña sonrisa que tenia en el rostro permaneció ahí hasta que cayó dormida. Como todas las noches, tuvo que dejar las luces encendidas antes de dormir.

ÁMAME ─ Emmett Cullen Donde viven las historias. Descúbrelo ahora