6. Temporizador

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Apagó el horno una vez que comenzó a escuchar el sonido del temporizador, alertándola de que ya era hora

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Apagó el horno una vez que comenzó a escuchar el sonido del temporizador, alertándola de que ya era hora.

Buscó entre los cajones que había en la cocina y sacó de uno de ellos un par de manoplas rosadas con un logotipo de Eevee en ellas. Se colocó cada una en sus manos y abrió el horno.

De este emanaba un delicioso olor a canela que deleitaba el olfato de cualquiera que estuviese cerca. Con cierto cuidado, sacó la bandeja caliente que estaba dentro del aparato y la dejó sobre una pequeña mesita a un costado suyo.

Se quitó las manoplas y las dejó también sobre la mesa.

Si bien era cierto que la canela no era su especia favorita, admitía que aquellas galletas se veían demasiado deliciosas.

Mientras esperaba a que se enfriaran un poco, sacó de la nevera un poco de leche y la vertió sobre un vaso de cristal.

Después, lo colocó sobre otra bandeja, algo pequeña a diferencia de la otra. A su vez, dejó también un plato con un par de panqueques encima.

Se había esforzado tanto en hacerlos, ya que no era su especialidad a pesar de que durante casi diez años, todas las mañanas veía a su padre prepararlas.

Sonaba difícil pensar que no era capaz de hacer algo tan sencillo.

Dejó un poco de crema batida sobre uno de ellos y, sobre él, una pequeña fresa. Ahora, el panqueque tenía forma de un rostro sonriente.

Esperaba con mucha esperanza que aquella sonrisa pudiera transmitirle un poco de felicidad a la persona a la que iba dirigida el desayuno.

Subió a las escaleras con bandeja en mano con algo de lentitud, temía que pudiera tirar lo que le costó hacer durante toda la mañana.

Cuando subió al segundo piso, suspiró aliviada. Sabía que no habría margen de error y caminó hasta la última habitación de aquel largo pasillo.

La luz era tenue. A pesar de llevar casi seis meses con esta rutina, no podía acostumbrarse a esto y la baja visibilidad le causaba algo de ansiedad.

Una vez llegó, revisó que todo estuviera a la perfección. La rosa roja, la nota de motivación, el vaso de leche y el par de panqueques.

Era perfecto.

Tocó ligeramente la puerta y esperó a que fuese abierta. Esperó y esperó y volvió a tocar de nuevo.

Y otra vez sin respuesta, lo que comenzó a preocuparla. Acercó uno de sus oídos sobre la puerta para intentar escuchar alguna señal de vida, pero nada.

Tragó saliva, pensando en lo peor, hasta que, el cerrojo comenzó a moverse.

La puerta se abrió y de ella salió un joven con el cabello revuelto y los ojos hinchados. Además vestía una pijama, una muy familiar.

-¡Buenos días! Te traje tu desayuno -alzó los brazos, mostrando de mejor manera aquella bandeja.

El joven asintió y sin decir nada, agarró la bandeja y cerró la puerta.

La chica colocó una de sus manos sobre la puerta, triste.

Se sentía tan mal pero sabía que debía ser fuerte, por él.

Ambos habían perdido lo más preciado que tenían en este mundo pero tenían que aceptarlo, aunque fuera lo más doloroso y difícil de sobrellevar.

-Gou... -susurró, con la cabeza cabizbaja.

Desde que Satoshi sufrió aquel accidente, Gou no volvió a ser el mismo. Tenía entendido que debido al impacto, sufrió un fuerte golpe en la cabeza que terminó por borrarle la memoria. Desde entonces, cuando Satoshi fue dado de alta, Gou intentó todo para acercarse a él y ayudarlo a recuperar sus recuerdos.

Recogió cada una de las galletas de la bandeja y las fue metiendo dentro de una bolsita de plástico color rosa, acompañado de una tarjetita que llevaba un mensaje de ánimo.

Pero su madre, Delia Ketchum se había vuelto más agresiva con él, a tal punto de insultar a Gou. Una vez, incluso, llamó a la policía.
No quería que Gou se acercará nunca más a Satoshi.

Tocó la puerta una vez más y segundos después, fue abierta por el mismo chico.

-Son para ti -ofreció y el chico las aceptó gustoso mientras devolvía la bandeja donde estaba el desayuno.

Luego, simplemente cerró la puerta.

La gota que derramó el vaso, fue en aquella mañana. Gou había preparado un álbum de fotos para Satoshi, con intenciones de contarle un poco sobre su pasado.

Pero cuando llegó a su casa, Satoshi ya no estaba.

No había señales de él. Era como si, lo hubieran abducido los extraterrestres.

Había perdido todo contacto con él y al parecer nadie sabía sobre el paradero de ninguno de los dos.

Gou cayó en depresión.

Y no parecía tener intenciones de salir de su habitación. A pesar que diferentes psicólogos han venido a visitarlo, Gou no ha mostrado interés en salir.

Si continúa así, Gou morirá de tristeza.

Si continúa así, Gou morirá de tristeza

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Un Amor De Euforia | Trilogía 2 | SatogouDonde viven las historias. Descúbrelo ahora