El melódico canto de los Pidgey se alzaba como una sinfonía armoniosa que teñía de paz y serenidad a quienes tenían la dicha de escucharla.
Las hojas, empapadas por la lluvia previa, liberaban diminutas perlas de agua que caían en un constante ritmo sobre un charco cercano, componiendo una melodía líquida y persistente.
Con una cadencia apacible, el viento soplaba, llevándose consigo algunas hojas y los ligeros Flabebé que residían en aquel rincón del bosque.
Bajo la majestuosidad de un colosal árbol, el más imponente del bosque, reposaba un joven de piel morena, dormido profundamente sobre la alfombra natural de césped.
Parecía sumido en un sueño profundo, hasta que una diminuta gota, deslizándose desde una hoja del árbol, impactó su frente, arrancándolo de su letargo.
Uno de sus ojos se abrió ligeramente, denotando una leve molestia ante la interrupción de su largo reposo.
Estiró su cuerpo con pereza, oyendo cómo sus huesos crujían con el estiramiento, y dejó escapar un bostezo apacible mientras se ponía en pie lentamente.
Somnoliento, su mirada se dirigió al cielo ante él, captando el espectáculo de espesas nubes negras retrocediendo, abriéndole camino al sol emergente.
En un instante de asombro, sus ojos se abrieron de par en par al distinguir una silueta inusual emergiendo de entre las oscuras masas.
- ¿Un Pokémon? - susurró consigo mismo, observando cómo la figura se desvanecía, disuelta por el desplazamiento de las nubes.
Gou se levantó y, una vez más, dejó escapar un bostezo.
- Debía ser Lugia... qué lástima que no trajera mi mochila... - murmuró, confirmando lo dicho mientras sus ojos exploraban el suelo circundante - Es extraño, juraría que traje mi mochila - prosiguió, rastreando con la vista sus alrededores.
En un movimiento en falso, tropezó y cayó de espaldas al suelo.
Un puñado de hojas danzó en el aire por breves instantes antes de posarse sobre él, acompañados por un tenue gemido de molestia.
- Qué curioso... - musitó, mientras acariciaba su espalda resentida - me siento... peculiar - continuó, examinando sus manos cubiertas de tierra seca.
Inspeccionó con detenimiento sus dedos.
- Parecen tan pequeños... - reflexionó, su mirada deslizándose por las mangas de su traje - y estoy vestido con tanta elegancia... ¿por qué será? - cuestionó, antes de desviar su atención a sus pies descalzos y embarrados.
- ¿Cómo es que estoy cubierto de barro? ¿Y por qué visto de esta forma? - se indagó a sí mismo, escrutando su reflejo en un charco.
Todavía confundido, se reincorporó con determinación, examinando su entorno con ojos ávidos.
- Mi pecho late cálidamente... - dejó que el viento acariciara su piel - ¿por qué siento que he llorado por un largo tiempo? - permitió que el sol bañara su rostro - es como si me hubiera liberado del dolor...
Avanzó con pasos meditados, en dirección al viento que susurraba secretos en su oído. Se sentía desorientado, un laberinto de emociones y recuerdos mal definidos.
Aunque las coordenadas exactas del lugar eran un misterio, el bosque parecía saludarlo como a un viejo amigo, familiar y amigable.
Hasta que, en la distancia, la presencia de algunas casas se hizo patente, como un punto de revelación en su mente. Entonces, una realización luminosa iluminó sus pensamientos.
- ¡Pueblo Paleta! - exclamó con reconocimiento - ¡Ah, claro, debía entregar algo al profesor Oak...
El silencio lo abrazó.
- ¿Qué? - susurró, perplejo ante la nueva comprensión que brotaba en su interior.
Confundido pero resuelto, avanzó hacia las modestas viviendas que formaban el tejido del pueblo, cada una de ellas una pequeña cápsula de colores que destilaban una alegría entrañable.
Se encaminó hacia una de las casas, y sus nudillos tocaron la puerta con una expectación contenida.
Esperó, esperó, pero ninguna respuesta llegó.
- Entendido, entonces... - murmuró, una sonrisa tenue asomando en su rostro.
Miró hacia una casa azul contigua, pero justo antes de extender su mano, retrocedió.
Un recuerdo turbulento se alzó en su mente, una reminiscencia de dolor intenso, un enigma inscrito en su frente. ¿Por qué tenía esa intuición, la certeza de que detrás de esa puerta encontraría dolor?
Sus ojos se fijaron en la casa blanca a su lado, su tejado pintado por los rayos dorados del sol.
Gou dirigió sus pasos hacia esa dirección, su dedo rozando la puerta con una delicadeza reverencial antes de dar un leve toque.
- ¿Un Mr. Mime? - susurró, asombrado al ver cómo la puerta se abría bajo el control de aquel Pokémon.
El Mr. Mime, vestido con un delantal verde menta, irradiaba una sensación de urgencia contenida.
- Perdone, ¿dónde está tu entrenador? - inquirió Gou con cautela, su voz apenas un susurro mientras contemplaba la entrada.
¿Por qué se le hacía tan familiar aquella morada?
Invitado por una fuerza inexplicable, dio un paso dentro de la casa.
A medida que su mirada se elevaba, el tiempo pareció difuminarse en los recuerdos y las emociones. Allí, frente a él, una dama lo observaba con ojos llenos de calidez, y una sonrisa que irradiaba confianza.
Una sensación de reconocimiento y nostalgia se apoderó de su corazón, como si una puerta largamente cerrada hubiera sido abierta.
Un nudo se formó en su garganta, las palabras parecían atrapadas en su interior. En esos ojos amables y en esa sonrisa, veía un espejo de su pasado, una conexión profunda que superaba el tiempo y la confusión.
Ella...
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Un Amor De Euforia | Trilogía 2 | Satogou
FanfictionHan pasado años desde la última vez que Gou vio a Satoshi. Ahora, lleno de culpa, frustración y en una profunda depresión decide olvidar aquel horrible pasado que lo rodea. Gracias a su inteligencia y a su pasión por los Pokémon, es como logra conve...