11. Inocencia

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No es más que otra tarde como las demás

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No es más que otra tarde como las demás. Las personas ríen, juegan y disfrutan del atardecer con sus seres queridos.

A medida que avanzo, la arena se cuela entre mis pies, causándome una molestia creciente pero también proporcionándome una sensación relajante. La calidez de la arena relaja mis dedos.

El viento sopla una vez más y, con cuidado, sostengo firmemente mi apreciada gorra para evitar que sea llevada por el viento.

La brisa fresca del mar acaricia mi rostro, mientras las miradas de las personas se dirigen hacia mí, con algo de curiosidad.

Algunos me observan con fascinación, gritando mi nombre con entusiasmo, mientras que otros me miran con desprecio, enojo o envidia.

Algunos niños se acercan para adorarme, como si fuera un ser divino. En cierto punto, esto llega a ser incómodo, ya que nunca me ha gustado que me comparen de esa manera. Soy simplemente un ser humano común y corriente como todos los demás.

Me siguen pidiendo autógrafos y los sigo entregando con gusto.

No es hasta que, de repente, siento unos brazos rodeando mi cintura.

Me sobresalto y giro rápidamente la cabeza, solo para encontrarme una vez más con Serena.

Ella me abraza con fuerza, como si fuera un peluche de felpa. Intento separarme de ella, pero no quiero que piense que me molesta, pero realmente me está lastimando.

Le he dicho muchas veces que no haga eso.

Intento separarla de mí pero no funciona y ahora agarra mi brazo, acercándome aún más a ella.

Después de tantos años, realmente se que Serena es como una goma de mascar.

Suspiro cansado, esta chica realmente logra sacarme de mis casillas.
Intento ignorar su presencia -como siempre - y continúo mi camino.

Caminamos juntos a lo largo de la costa en ese hermoso atardecer de ensueño.

Las personas siguen acercándose a mi, felicitándome por mantener aún el título de Campeón de Alola.

Y yo les expreso mi gratitud por seguir apoyándome.

Pero desde la distancia, logró escuchar a alguien gritar mi nombre. Giro mi cabeza en ambas direcciones, tratando de encontrar a la persona que me está llamando.

Sus gritos desesperados me afectan profundamente y viéndolo bien, parezco ser el único que se da cuenta de que alguien está gritando.

O tal vez solo es otro admirador.

No es hasta que siento unas manos tocando mis mejillas. Me quedo paralizado, sin entender qué es lo que está pasando.

Esas manos que me recuerdan a la calidez del sol me guían hacia el rostro de Serena, quien me mira con esos mismos ojos celestiales similares al cielo.

Un Amor De Euforia | Trilogía 2 | SatogouDonde viven las historias. Descúbrelo ahora