Especial 1: El Casillero

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La única explicación era que el chico tenía que ser un idiota. Cuando Krist no miraba hacia él, patéticamente le daba miradas lascivas. Luego, cuando él lo miraba, actuaba como si no hubiera estado jadeando por él como un maldito perro, tan sólo dos segundos atrás. Si no fuera por la racha posesiva muy extraña que sentía hacia él chico, le habría hecho ver el error de sus actos. No me gustaba el hecho de que Krist quisiera su atención. Desde luego no le iba a ayudar. Mirar su pequeño ceño fruncido y la decepción en su boca, provocó un revuelo dentro de mí. No pude darle un nombre exactamente porque era una nueva emoción. No era algo con lo que yo ya estuviera familiarizado.

Krist tiró su bolso de libros sobre su hombro mientras empujaba a través de los cuerpos de los estudiantes que llenaban el pasillo. No podía mantenerme al margen y verlo tan infeliz. En vez de permanecer en el fondo, siendo su sombra, como he estado haciéndolo durante semanas con el fin de aliviar la tensión extraña en el pecho, que sólo su ausencia podía provocar, hablé.

—No lo mires la próxima vez. Va a volverlo loco.

Sus ojos se encendieron en una rápida mirada hacia mí, pero él no se inmutó. No me gustó que su ceño fruncido se profundizara. Estaba garantizado que la mayoría de la gente no estaba loca por mí, pero quería agradarle a Krist. Admitir ese simple hecho era humillante y sacó el infierno fuera de mí. Él se detuvo frente a su casillero todavía ignorándome, a pesar de que me aseguré de que podía verme.

—Está tratando de jugar a hacerse el duro. Demuestra lo infantil que es, pero puedo ver que te está molestando.

—No estoy molesto. —Respondió, con los dientes apretados y abrió su casillero.

—Sí, lo estás. Hay una pequeña arruga entre tus cejas que aparece y mordisqueas tu labio inferior cuando algo te molesta.

Eso le llamó la atención. Se congeló y giró lentamente la cabeza para mirarme a través de su pelo oscuro. Me recordaba a la seda. Me gustaba la seda. Sobre todo, la seda oscura. El ceño fruncido se había ido y una extraña sensación de logro se apoderó de mí. He sido el único que hizo que esa pequeña sonrisa se formara en sus labios. ¿Por qué algo tan sencillo me hizo sentir como un jodido rey?

—Te estás perdiendo la exhibición pública de afecto entre tus dos amigos. Es posible que te necesiten para que lances un cubo de agua helada sobre ellos.

Yo apenas había mirado a Gun y Off. Todo lo que podía ver cuando Krist estaba alrededor era... bueno... a Krist. Pero sabía que hacer una broma acerca de la constante sesión de toqueteo de sus amigos, transformaría esa leve sonrisa en una risa completa.

—Así está mejor. Me gusta cuando estás sonriendo. Si el niño futbolista sigue haciéndote fruncir el ceño voy a tomar el asunto en mis propias manos.

¿Realmente acabo de decir eso?

Iba a tener que cuidar mis palabras. Antes de que pudiera responder, me desvanecí. No iba a responder a ese desliz menor de mi lengua. No podía verme por más tiempo, aunque no me había movido. Sus hombros se levantaron y volvieron a caer cuando dejó escapar un fuerte suspiro de frustración. Se giró para caminar hacia su próxima clase y me alegré de que no podía oír mi risa. Estoy seguro de que mi diversión a costa de su frustración no le complacería. Pero, maldita sea, ese chico me fascinaba.

Tu existencia [PERAYA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora