Especial 2: La muerte rompe las reglas

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Así era esto. El destino se había desarrollado según lo planeado y el chico idiota por el que él se interesaba podía ser la razón por la que saliera hoy. Por primera vez en mi existencia, esto se sentía mal. La atracción de estar ahí. La atracción de tomar su alma. No era más fuerte que mi necesidad de mantenerlo con vida.

Me quedé mirándolo hablar con su tonto amigo. Krist no escuchaba una palabra de lo que su amigo le decía. En cambio, sus ojos escaneaban el pasillo por el chico. Ver esto era más de lo que yo podía manejar en estos momentos. Tenía una pelea en mis manos y esta era la última cosa que necesitaba presenciar. Decidí esperar afuera. Tal vez sería más fácil de lo que pensaba, cambiar el cursor del destino.

Como en el momento justo, Krist salió del edificio con lágrimas brillando en sus ojos. Esto comenzaba a convertirse en un maldito tren fuera de control que no podía parar.

¡Maldita sea!

Tenía que hacer algo. Cambiar las cosas de alguna manera.

—No te vayas. Él no vale la pena. —Oí la súplica en mi voz, mientras me eché a caminar a su lado.

—No me quiero quedar. Estoy enojado y me quiero ir. —Por supuesto que lo hacía. Ese era el gran plan. Tenía que detenerlo.

—Por favor, Krist, no entres en tu coche. Vuelve a entrar. Olvídate del estúpido chico y disfruta del resto de tu día. No permitas que ese idiota te haga salir corriendo.

Él dejó de caminar y la esperanza se disparó dentro de mi pecho. Era una sensación extraña. Era... una emoción. Yo experimentaba una emoción. Una fuerte.

—¿Por qué te importa si me voy? ¿Eres el nuevo monitor del pasillo y perdí mi nota? —Esto era. Yo podría cambiar las cosas. Podría mantenerlo con vida.

—Te estoy rogando que vuelvas a la escuela.

—¿Por qué? —Un gruñido de frustración surgió de mi pecho. Era tan testarudo.

—¿Tienes que cuestionar todo? ¿No puedes escuchar, por una vez? —El enojo tomó el lugar del dolor en sus ojos y su postura se cuadró.

—Me voy de aquí. No puedes detenerme. No tengo que escucharte. Si no tienes una buena excusa, entonces no hay razón para que me quede.

Se dio la vuelta y se dirigió a su coche. Lo había intentado. Nada que no fuera agarrarlo y mantenerlo aquí le impediría entrar en el maldito coche e irse. La atracción seguía todavía allí. Nada de lo que yo había hecho había cambiado algo. Sólo lo había ralentizado.

Iba a tener que romper las reglas. No estoy seguro de cuál sería la sanción, pero no sería capaz de continuar si tuviera que tomar el alma de Krist. Él era tan joven. Había tantas cosas que no había experimentado todavía. Y.... yo era egoísta.

No estoy dispuesto a dejarlo ir.

Vi cómo su coche salía del estacionamiento antes de unirme a él para cambiar completamente el destino de su alma. Me senté mirándolo ansiosamente preguntándome en qué momento iba a suceder el accidente. Cómo iba a suceder.

Él no podía verme sentado en el asiento del pasajero a su lado. Me aseguré de eso. Si iba a alterar por completo su destino, por lo menos necesitaba mantener algunas cosas ocultas.

Él no iba a parar. La señal de "Alto" se alzaba delante, pero Krist se miraba en el espejo.

—Krist, por favor mira la carretera.

Rogué, a pesar de que sabía que no podía oírme. El camión de gran tamaño no estaba frenando.

—LA CARRETERA.

Rugí una vez más, deseando poder hacerme visible o por lo menos hablar con su alma, pero sólo empeoraría las cosas si lo hacía. Así que, en su lugar, hice lo único que podía hacer, agarré el volante y mantuve el coche rodando hacia el lado del terraplén. No quería que su cuerpo se dañara.

La bocina del camión sonó y el impacto no fue directamente en el lado de Krist. Me aseguré de eso. Lo puse de frente, empujando el volante hacia su pecho. Rápidamente, desabroché el cinturón de seguridad, y lo levanté con suavidad del coche.

Jadeando fuerte mientras lo sostenía, me di cuenta de que él no era capaz de respirar. Maldita sea, odiaba esto. Quería llevarlo a urgencias al hospital, manteniéndolo a salvo en mis brazos. Pero no podía. Ya había hecho demasiado.

Lo puse suavemente en el suelo y sostuve su mano susurrándole promesas que sabía que podía mantener mientras esperaba la ambulancia. Él no se movió. Sus ojos ni siquiera aleteaban, pero respiraba. El corazón le latía. No tomaría esta alma hoy. Un murmullo de pánico se escapó de sus labios y me agaché para cantar en su oído. No me detuve cuando oí las sirenas. No me detuve cuando comenzaron a trabajar sobre su cuerpo. No me detuve hasta que lo levantaron y lo colocaron de forma segura en la ambulancia.

Tu existencia [PERAYA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora