Capítulo 16: Comedor

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El comedor era una gran habitación con cinco largas mesas en las que se sentaban diez personas en cada una. Un buffet al estilo cafetería se encontraba ubicado donde las enfermeras llenaban los platos de los pacientes. Esta era la única habitación con ventanales grandes. Básicamente todo el muro sur se encontraba cubierto por ventanales enmarcados con vista a la playa. Le di las gracias a la enfermera que me entregó la bandeja de color rojo brillante llena de macarrones con queso que parecían bastante comestibles, tiras de pollo asado, una ensalada César, judías verdes, un panecillo de trigo grande, y una pequeña porción de algún tipo de crema que ya sabía que no probaría.

Las mesas más cercanas a las ventanas parecían ser las más populares, ya que se encontraban completamente llenas, y algunos pacientes discutían sobre lugares específicos. Decidí sentarme en una de las mesas lejos de las ventanas. No quería tener que lidiar con problemas si me sentaba en el asiento codiciado de alguien. Tomé una taza de plástico llena de té helado y me dirigí hacia la última fila de mesas.

—Probablemente quieras ir a buscar algo de azúcar. El té no tiene nada de dulce, y así es simplemente desagradable.

Una chica con el pelo fibroso de color marrón, y grandes ojos marrones, se quedó allí de pie con el ceño fruncido hacia la taza en mi mano. Tenía la nariz cubierta de pecas y unas mejillas regordetas. Me recordaba a una amiga que había tenido en secundaria.

—Oh, eh, gracias, pero no me gusta el té helado con azúcar. —Le expliqué y, frunció la nariz.

—El té helado necesita azúcar.

Me costó entender su acento, le sonreí y me giré hacia la mesa que había elegido, pero me di cuenta de que ahora había otros dos ocupantes: el chico con el grueso cabello marrón que había cerrado la puerta y se había encerrado adentro luego de haberme visto, y Mook. Vacilé y me pregunté si tal vez debería ir a sentarme en otra mesa, cuando Mook me lanzó una sonrisa desafiante. Me imaginé que era mejor seguir con mi plan.

Mook esperaba que me fuera a otro sitio, y no quería que pensara que me daba miedo. Me sorprendía un poco que el chico de las gafas estuviese sentado con la chica hiperactiva. Mook no parecía la clase de persona que le agradaría a alguien nervioso y lleno de miedo.

—No estarás pensando en sentarte con esos dos, ¿verdad? —La chica del azúcar me preguntó. Me encogí de hombros.

—No veo por qué no. —Se echó a reír.

—Porque Mook es una loca, por eso. Es una completa Looney Toons*, te lo digo.

Me mordí para evitar sonreír por el hecho de que este lugar era para enfermos mentales. ¿Acaso no todos eran un poco Looney Toons en este lugar?

—Umm, gracias, pero ya conocí a Mook y no me pareció tan mala. —La chica junto a mí se me quedó mirando, como estudiándome cuidadosamente.

—No eres esquizofrénico, ¿cierto? Porque tengo que saberlo. No me siento cómodo alrededor de los esquizofrénicos. —Miré a Mook y me pregunté si era eso lo que ella era. ¿Tenía esquizofrenia? Negué con la cabeza.

—No, tengo trastorno de estrés postraumático. —Ella sonrió.

—Ah, bueno, puedo lidiar con eso. Son fáciles de manejar. Yo soy bipolar. Mamá me trajo por haberme intentado matar.

Me puse rígido, mirando a esta amigable persona con aspecto de niña inocente, preguntándome cómo alguien como ella podría intentar acabar con su vida.

—¿Por qué? —Me oí preguntar. Ella se encogió de hombros.

—A veces me siento tan triste que suena bien. —dijo esto con mucha seriedad, y me estremecí. Nunca me di cuenta que había chicos de mi edad que parecían normales, pero que por dentro luchaban con mucho más. Coloqué mi bandeja en la mesa, al otro lado del chico moreno.

Tu existencia [PERAYA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora