Juramento de Amor. © | Reescribiendo ✔ |

Epílogo

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「13 años después 」

Ada

Por bastante tiempo me pregunté ¿De dónde viene la felicidad? y por más que el concepto no me era desconocido, me fue difícil encontrar una respuesta, ya que la vida en si misma es una de las más grandes paradojas.

Siempre creí que estaba en los pequeños detalles o la simple razón de anhelar algo y alcanzarla finalmente. Sin embargo, como en casi todo existen buenas y malas noticias acerca de la búsqueda, pero, de algo estoy segura que conseguirla implica esfuerzo y que no está a la vuelta de la esquina.

Con el paso de los años sin decir ni una palabra, ni advertencia la descubrí en la familia, y de los momento creado que te vinculan día a día con ellos, suficiente amor para no pensar en el dolor del pasado. Mis hijos me habían enseñado su significado, tal que, son capaces de mostrarme los placeres que esconde las cosas de la vida cotidiana y el poder del amor. Son nuestros pequeños maestros. El amor desinteresado es la evidencia perfecta para describir la felicidad.

— ¡Owen! ¿Dónde está tu hermano? —pregunté cuando llegue a los establos. Después de que naciera los mellizos nos regresamos a la hacienda y para mi sorpresa Hyung había hecho grandes cambios sobre la casa. Reformó la fachada, construyó muros al rededor del terreno para protegernos de los animales, edificó dos habitaciones más, una piscina para el verano y una sala de invierno para recrear a nuestros hijos. No tenía palabras para semejante sorpresa. Todo lo había hecho durante los nueve meses que estuvo a mi lado en los Ángeles.

— De seguro debe estar arriba de un árbol siendo el hombre araña. —me respondió despreocupado, mientras peinaba la melena de Mabí.

— ¿No estabas a cargo de cuidarlo? —le cuestioné severamente. — No lo encuentro por ningún lado. —miré alrededor.

— Le toca Ji Yeon cuidarlo. —se gira para verme.

— Owen te dije que lo mirarás un rato hasta que termine de bañarme, tú hermana cuida a Eda.

— ¡Rayos! —tiró el peine al piso y salió del establo corriendo. Intenté seguirlo lo más que pude. — ¡TAEYANG! —le gritó Owen mientras lo imitaba en llamarlo también sin tener respuesta. Fuimos por el camino que daba a los campos de las rosas, donde había una variedad de árboles tupidos que generaban grandes sombras en el verano.

Caminamos un poco más hasta que lo encontramos.

— ¡Taeyang bájate de ahí ahora! —estaba arriba de un árbol cortado, que hace meses lo podaron por atraer abejas peligrosas.

— Pelo mami soy supelman y voy a recatar a papí. —se justificó.

— Puedes lastimarte a esa altura bájate, que es hora de bañarte que ya es tarde. —llegue a su lado para ayudarlo a bajar.

— ¡Pequeño diablillo! —lo escuché detrás de mí a Owen. — Siempre dando problemas.

— Tú eres el yiablo, yo soy supelman. —le amenazó en su idioma.

— No te voy a dar regalos si te portas mal así. —le señaló con el dedo.

— Ahora no es momento de pelear Owen, ayúdame a bajarlo! —se acercó y tomó en sus brazos bajándolo. — Lleva a tu hermano a la casa por favor. —le ordené, porque desde la altura que estaba Taeyang me era difícil alcanzarlo.