13. MÓNICA

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Despues de dejar a su madre en casa y al subir de nuevo al coche, Lorenzo cogió el móvil y decidió llamar a Mónica.

— Buenas noches, cariño — saludó ella.

— ¿Qué quieres? ¿Para que me has llamado?

Y justo en aquel momento se arrepintió de haberla llamado.

— Creo que vas a cometer un error si te casas con esa chica.

— Esa chica se llama Irene — puntualizó Lorenzo — y además es la madre de mi hijo.

— Lorenzo, tú no la quieres — musitó Mónica.

— ¿Y tú que sabes?

— Lo sé, porque sé que aún estás enamorado de mí, igual que yo de tí.

— Mónica por favor, no vuelvas a llamarme. Yo ya no siento nada por ti — mintió tratando de que ella comprendiera que no quería estar con ella.

— Eso es mentira. No te cases con ella, por favor. Démonos una nueva oportunidad — le suplicó Mónica.

— Mira, lo que te pasa es que estás celosa, pero ya te lo dijoe hagas lo que hagas, no voy a volver contigo — le dijo y colgó.

Obviamente Mónica volvió a llamarlo, pero él no hizo caso, no quería saber nada de ella. Arrancó el coche y salió al carril. Habia pocos coches por la calle a aquellas horas, lo que le permitió ir despacio y tranquilo, inmerso en sus propios pensamientos.

No podía negar que aún sentía algo por Mónica, pero sin duda, ya no era aquel amor ciego que había sentido antes de descubrir que le había puesto los cuernos con su mejor amigo. Aquello le dolió y mucho, más por la traición de él que por la de ella, sin duda. Siempre habia pensado que las novias de los amigos se deben respetar, y siempre creyó que Alfonso también pensaba eso, pero no, al final resultó que no, que Alfonso se enrolló con Mónica, su novia , sin pensar en las consecuencias y sin pensar que por encima de ella estaba su amistad y eso fue lo que realmente le dolió. Hasta cierto punto, podía perdonar a Mónica, pero jamás perdonaría a Alfonso.


* * *

Cuando llegó al ático, todo estaba en completo silencio. Sin duda, Irene le había hecho caso y se había acostado. Cerró la puerta con llave, conectó la alarma y se dirigió a su habitación. Y al entrar se encontró a Irene dormida sobre su cama. Probablemente había entrado y se había tumbado un segundo en la cama y se había quedado dormida. Lorenzo la observó, estaba preciosa, tenía una expresión de felicidad y serenidad que la hacía aún más hermosa. Se sentó en el pequeño sillón que tenía a los pies de la cama para observarla con tranquilidad, sin duda era preciosa. Se quedó un largo rato contemplándola hasta que vio como despertaba.

Irene abrió los ojos despacio, y enseguida se dió cuenta de que no estaba en su habitación.

— Hola — musitó Lorenzo.

Irene alzó la vista para verlo, recordó que había ido a la habitación de Lorenzo recordando la última noche que había pasado allí y se acostó sobre la cama para sentir su olor. Debió ser entonces cuando se durmió.

— Perdona, he debido dormirme. Yo... — trató de disculparse Irene.

— No pasa nada — dijo Lorenzo acercándose a ella.

Irene se puso en pie y entonces Lorenzo le indicó:

— Tiene razón mi madre, ya se te nota — tocó el abultado vientre de Irene que se estremeció al sentir la cálida mano de él.

— Lorenzo — musitó ella nerviosa.

Lorenzo la atrajo hacía él y la besó. Irene correspondió al beso maldiciendose porque estaba cayendo de nuevo en los brazos de Lorenzo y no debía.

MAMA POR SORPRESADonde viven las historias. Descúbrelo ahora