10. el guardia de la princesa (jpi)

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título: el guardia de la princesa

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resumen: tras el desplazo de tu familia a un nuevo palacio, te destinan un guardia personal que aparte de protegerte te vuelve loca

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Tu familia y tú os habíais trasladado a otro palacio. A causa de la coronación y cercanas nupcias de tu hermano mayor, tuvisteis que viajar hasta la tierra de antiguos familiares, donde los actos prenupciales darían comienzo.

El cambio fue debido a la cercanía que tenía el hermoso edificio con la capilla deseada, además de la vivienda de la prometida de tu hermano.

Pero al parecer no todo era de color de rosas. Cambiar de palacio también significaba nuevos peligros en tierras desconocidas.
Tu familia y la corte no podían permitirse el más mínimo error, no podían verse susceptibles a algún ataque que acabase con la monarquía.

Así que cada uno fue dispuesto de un guardia personal para garantizar vuestra protección durante la estancia en nuevas tierras.

Aquello te molestó al principio, ya que no solías llevar escolta en tu hogar, y sabías que lo hacían por mero compromiso.
Eras la hermana pequeña de una familia de seis y tú relevancia era escasa. Eso no significaba que les importases poco, sólo quería decir que te daban mucha más libertad en cuanto a ciertas decisiones mundanas, pues la importancia de tu compostura no se comparaba con la de tus hermanos y hermanas.

En cuanto alcanzaste la edad adecuada, nadie pudo poner pegas respecto a tu rebelde comportamiento. Dejaron de esforzarse en encontrarte un buen marido con el que poder continuar el linaje, pues esos esfuerzos siempre habían resultado en vano. Tenías suerte de que tú familia te respetara lo suficiente como para considerar tu decisión.
Nada te ataba al reino, mucho menos a la corona. Eras libre.

Conociste a tu guardia personal un día después de tu llegada a palacio.
Era muy alto, de hombros anchos y pelo oscuro. Te pareció lindo, muy lindo.

Juan Pablo Isaza, ese era su nombre.
Era callado, pudiste notarlo tras intentar entablar conversaciones con él unas cuantas veces. Pero sonreía de vez en cuando y eso te gustaba, mucho más si la razón de su sonrisa eras tú.

Parecía tomarse su trabajo bastante en serio, procurando vigilar siempre tus espaldas con una postura tensa.

Era diferente cuando estaba a solas contigo, ya fuese en la biblioteca, patio o tu habitación. Se notaba más relajado y sonreía más, sin miedo a decir más de dos palabras o sostener tu mirada.
Podría decirse que os habíais hecho buenos amigos con el paso de los meses.

—Conoces los alrededores, no pasará nada —dijiste intentando convencer al chico.

Tu abuela te había contado sobre un campo de flores con un pequeño lago que no estaba muy lejos del palacio. Tras oír las palabras de la anciana las ganas de ir se apoderaron de tí y no encontrabas mejor plan que llevarte a Juan Pablo.
Él se había criado en aquellas tierras, las conocía a la perfección, así que no veías problema alguno.

Salvo que a él no le parecía tan buena idea.

—No puedo llevarla fuera de los muros, se lo prometí a su hermano —informó con una ceja alzada mientras observaba como dabas vueltas por tu cuarto. Él sabía que no te gustaba cuando te trataba con tanta formalidad, pero lo hacía para molestarte de vez en cuando.

—¿Son más importantes las órdenes de mi hermano que mis deseos? —bromeaste sabiendo la respuesta, pues aún así Juan Pablo parecía dudar.

Y Juan dudaba. Porque parte de él sabía que sólo debía regirse por las órdenes del futuro monarca, pero la otra sólo quería cumplir las tuyas y hacer realidad tus deseos.

one shots! jp's moratDonde viven las historias. Descúbrelo ahora