23. A small couch.

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Hi~ El capítulo de hoy ya es algo mucho más bonito, suave y reconfortante así que nada de que preocuparse, finalmente tenemos buena comunicación y honesta con estos tipos así que solo construímos de acá para arriba. Mil gracias por leer.

Espero les guste~

—¿Acá está bien? —Ash acomoda su palma sobre la mejilla del nipón, le gusta la suavidad que posee su piel cobriza a diferencia de la suya que está llena de asperezas, es blanda, está caliente, un sonrojo la colorea y poco a poco se vuelve más rego...

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—¿Acá está bien? —Ash acomoda su palma sobre la mejilla del nipón, le gusta la suavidad que posee su piel cobriza a diferencia de la suya que está llena de asperezas, es blanda, está caliente, un sonrojo la colorea y poco a poco se vuelve más regordeta a medida que se curva una sonrisa—. ¿Aquí puedo?

—Puedes. —Eiji responde avergonzado—. Me gusta que toques ahí.

Ash muere, vive y renace en esa sonrisa.

Realmente la extrañó.

Están frente a frente en un sofá demasiado pequeño para soportar a dos adultos y no obstante, helos acá abrazados, ni siquiera es por falta de recurso puesto que le sobra dinero y muebles, esto apareció por el mero placer a estar reposando contra el otro acostados y mimados. Tímido. Infantil. Primerizo.

—Te toca.

—Veamos. —Entonces los dedos de Eiji viajan desde la mandíbula de Ash hacia su nuca, el roce hace cosquillas y le eriza los vellos, le gusta esta sensación eléctrica y ya no le da tanto miedo la estabilidad que esta clase de vida doméstica le genera—. Acá.

—Mi cuello.

—Sí. —Sus yemas lo acarician lentamente—. ¿Está bien, Ash?

«Ash-u» es adorable.

—Lo está. —No quita su mano una vez le concede el permiso sino que se dedica a acariciarlo sin que esto interfiera con la conversación, lo hace ver tan natural y sencillo, como si amar a Ash no le tomara esfuerzo alguno—. Me toca. —Tararea con picardía.

—Ash. —Advierte.

—No me pasaré de listo, lo prometo. —Miente, ni siquiera puede ocultarlo, oh, claro que Eiji ya sabe de dicha mentira puesto que ha entrecerrado los ojos e inflado las mejillas, de seguro jura que se ve intimidante cuando le dan más ganas de molestarlo—. ¿Acá? —Se atreve a acomodar sus dos palmas en el trasero de su pareja, es la primera vez que lo hace directamente y sin rodeos—. ¿Está bien acá?

—Sí. —Musita despacio.

—¿Qué? No te oí bien. —Eiji lo asesina con su mirada antes de encogerse contra su pecho y repetirlo.

—¡Sí!

—¿Qué cosa?

—¡Sí! Puedes tocar mi trasero, ¿quedó claro?

—Más que claro. —Canturrea feliz dejando que sus manos reposen ahí, es extraño, aunque esa zona tiende a estar cargada de un significado sexual (y Dios sabe que se lo han hecho saber miles de veces) acá es distinto, simplemente quiere dejar sus palmas ahí porque así están más cerca, además resulta cómodo—. Creo que me gusta tu trasero. —Entonces concluye con su IQ superior.

Vida doméstica.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora