* CAPÍTULO 2. *

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Enero 18, 2020.

Han pasado tres días desde la última conversación con Penélope. Desde ese entonces he estado analizando mucho la situación respecto a la relación que mantiene con los pretendientes que han llegado al palacio, como viles depredadores que asechan a una presa débil e indefensa.

No me agrada mucho la idea de pensar que mi madre pueda tomar una decisión insensata, solo por la presión que le pone cada uno de los bastardos que habitan el castillo de Odiseo, día tras día. Pero, ¿Y si ella necesita de alguien que le absorba el frío en las noches de navidad?

Aún con ese pensamiento que me pueda hacer entrar en razón, cada parte de mi sistema me dice que la respuesta no está en los pretendientes que habitan aquí y ahora. Puede Odiseo estar muerto y volver a morir un millón de veces, pero yo, Telémaco, no me permito dejar que mi madre se case con una de estas plagas que consumen todo a su paso y por derecho con su libertad.

He de estar al borde de la locura con cada suceso que surge de la nada, en especial, creo que la razón de mi estado es totalmente mi culpa, por sobre pensar las cosas, por no saber ponerle límite y porque el desespero de no saber qué hacer me carcome a mayor cantidad con el pasar de las horas y, no es algo que sea reciente, a decir verdad me he vuelto la sombra que le aterraba a mi yo de pequeño cuando me perseguía en la luz.

Me dirigía hacia cualquier lugar que no fuera la habitación, creería yo, que lo único que necesitaba era paz, aunque fuera un segundo, con eso era más que suficiente.

En el camino he encontrado a Mentes, rey de los Tafios, quien luego de preguntar por Odiseo, afirma que no demorará mucho tiempo en regresar a Ítaca y, esa sola afirmación es suficiente para que un escalofrío amargo recorra por mi cuerpo.

- ¿Por qué no convocar a una reunión con estos príncipes donde ordenes que se vayan del palacio?- Comenta Mentes. - Y luego de esto, podrías tú mismo ir a corroborar la suerte de tu padre. La fama que ha tenido Odiseo por los alrededores, bastará para que conozcas más de su paradero.

Agrego finalmente con tanta seguridad que me hacía intuir que se tratase de alguien más, quizá de alguno de los dioses.

- Lo tendré en cuenta, no quiero dejar tus palabras en el olvido.

Quise darle algo al extranjero para que le fuera mejor en su viaje, pero fue en vano querer hacerlo, ya que los rechazó a petición de que no lo detuviese.

Esto no fue algo que solo lo iba a digerir y guardar en mi disco duro. Era algo que sabía que le estaría dando vueltas, al menos por toda esta noche.

¿Y si mi pensamiento era verídico y se trataba de alguno de los dioses? No podía solo dejar su comentario en el aire y esperar a que las cosas surgieran de la nada. Sería más que suficiente por lo menos intentar algo y ver qué sucede en el camino. Sea bueno o sea malo el resultado, no podía quedarme solo viendo como el tiempo pasaba y las cosas empeoraban.

No podía permitirme que las cosas fueran peor, si algo hay de cierto en todo esto, es que debo tomar el control de la situación, hacerme responsable de todo lo que está sucediendo, ya que si mi madre no podía, yo no puedo quedarme con el remordimiento de lo que le pase a Penélope.

Llevaba así por lo menos un par de horas, pensando en que si lo que haré mañana es lo correcto o no y de algo si estoy seguro. Si algo sale mal a partir de mañana, no podré por absolutamente nada, cambiarle el rumbo a la situación, para ese entonces, todo se me habrá salido de control. El destino ya me habrá arrebatado todo de las manos y por ende si todo se viene abajo, la culpa será mía y no suya por haberse ido sin dejarme el tono de su voz resbalando por mis tímpanos hasta llegar a impregnarse en mi nervio auditivo.

Papá, solo perdóname si no puedo rescatarnos.

¿Y si estuvieras aquí?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora