* CAPÍTULO 11. *

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Enero 28, 2020.

Luego de que Odiseo revelará su identidad, él solo buscaba venganza por todo lo que le han hecho a su reino y yo, como su hijo, debía apoyarlo.

Ahora todo se me complica el doble, porque no solo es una batalla interna por todas las preguntas que me ahogan, también es una lucha física para recuperar el reino.

No podía controlar mi mente en este momento de caos, no le encuentro la razón a todo lo que está sucediendo. Pero he de ser fuerte y he de tener la valentía necesaria para poder salir de esto y salir bien.

Las espadas sonaban, el filo de una y la otra se rozaban, mientras que un herido o en defecto un muerto se encontraba tendido en el suelo. No era algo que me producía satisfacción, pero tampoco era algo que me hiciera sentir culpable, aun así, considero que todos hemos de merecer una muerte un poco menos cruel, a decir verdad no logro encontrarle el sentido a las guerras, me parecen simplemente tan vacío el pelear por poder, si al final lo único que queda es la destrucción.

Considero que es egoísta de parte de la humanidad el no dar las cosas por suficientes, es como si algo más les hiciera falta y aunque yo de esas cosas no puedo hablar mucho, porque siempre siento que algo no me llena lo suficiente, también considero que el exigirle mucho a la vida es de las peores cosas que podemos hacer, tanto como pegarnos un tiro en toda la cien e igual de tonto que intentar no morir en el agua cuando no sabemos nadar.

Al final de tanto caos, de tanto infierno no nos tenemos ni a nosotros mismos, pues eso que nos hace diferentes se pierde entre la sangre derramada y, no estoy diciendo que las guerras no tengan tanta importancia, pues gracias a muchos acontecimientos es que estamos aquí, pero tampoco puedo decir que estoy de acuerdo, pues me parece un método casi innecesario cuando se supone que somos seres razonales.

La batalla se hace más y más profunda y yo solo quiero descansar de todo esto.

Quería gritar, romperme en mil partes de ser necesario, que el miedo me consumiera hasta los huesos, pero ya no quería ser fuerte, quería rendirme y no por cobardía sino porque esto aunque era lo justo, no era lo correcto.

Atenea, si me escuchas, dime por qué me has puesto aquí si sabía que de ser por mí me quedaba en el barco bailando con las olas.

¿Y si estuvieras aquí?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora