* CAPÍTULO 6. *

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Enero 25, 2020.

Una vez llegamos a Pilos y nos dieron la bienvenida procedimos a hablar con Néstor y buscar noticias de mi padre.

- Hemos venido de Ítaca en búsqueda de noticias acerca de Odiseo, esperamos poder hallar respuestas aquí. - He dicho con toda seguridad y sin temor a equivocarme.

Néstor respondió a cada detalle lo que había sucedido en Troya y una vez dicho eso no sabía qué era lo que debía hacer, él no sabía a ciencia cierta de la suerte de Odiseo, pero tampoco afirmaba rotundamente que el rey de Ítaca estuviera muerto.

Una vez más he quedado sin respuestas exacta sobre lo que debo seguir haciendo.

Una vez cayó la noche nos reunimos en su palacio para partir al día siguiente a Esparta, la segunda estación donde buscaríamos de mi padre.

Me siento tan lejano a él, es como si estuviese buscando una aguja en un pajar, igual de diminuta es mi esperanza al sentir que la oscuridad me absorbe.

- Dime, Telémaco, ¿Qué es lo que perturba tu mente? ¿Qué se está robando tu atención? - Ha interrumpido Atenea desde la otra orilla del balcón.

- ¿Qué es lo que hace que pasees por este cuarto oscuro lleno de invierno? - He contraatacado de inmediato.

- Quizá... tú. - Comienza a acercarse. - He notado que aquello que irrumpe constantemente en tus pensamientos te aflige constantemente y me molesta un poco, ¿Cómo puede algo tan insignificante como esto llevarse todo de ti? Ni siquiera el amor se atrevería a tales desgracias.

¿El amor? ¿Era eso cierto? Para ser sinceros desconozco mucho de él, el único recuerdo del amor que permanece en mi circuito es de mí, bailando bajo las gota de lluvia.

- Hablas de muchas cosas que me hacen dudar, no sé si quieres llevarte la poca estabilidad que tengo o si por el contrario quieres hacer parte de ellos. - He pausado un segundo para tomar un poco de aire y poder continuar. - Me confundes, pareciera que en vez de estarme ayudando a encontrar a mi padre, quisieras hacerme encontrar a mí y parece algo imposible... esto es imposible.

- Si te aferras a ese recuerdo tuyo siendo un cobarde, eso es lo que serás y ni tú ni yo podemos cambiar ese hecho. - Rodea mi torso con sus abrazos, produciendo que mi corazón se acelere. - Y a decir verdad me parece que en ti yace una enorme valentía, me lo dice tu taquicardia en ese preciso instante.

- Es lo que dices tú, pues eres justamente eso, la diosa de la fuerza, la sabiduría. ¿Cómo alguien como tú podría hacerme creer lo contrario? - He refutado alejándome de su cuerpo frágil, pero fuerte.

- Detesto tanto la debilidad, es como exponer una parte de nosotros tan frágil que nunca pudimos proteger. Aun así, no te quita la valentía que tienes para dejar ese lado tuyo descubierto y que los demás te puedan destruir. - Toma asiento al lado de la cama. - Hay que tener muchas agallas para hacerle fuerte a lo que nos destruye. - Se ha recostado en mi pecho y dejado de hablar.

No tuve más remedio que cederle el silencio y protestar internamente.

¿Por qué ella puede ver la costura de lo que yo nunca pude remendar? Es como si a gritos me estuviese implorando que ya no busque más.

Puedes solo susurrarlo otra vez. - Pensé.

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