Capítulo 12

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SINGTO POV

Cuando era pequeño, mi tía me llamaba héroe. Desde que murió mi madre hasta que me gradué y me fui a la universidad, ella siempre decía que yo era el héroe de mi cuento, que buscaba a mi princesa para salvarla.

Cuando era pequeño, mi película favorita era Robin Hood. Mi tía me decía que algún día conocería a una princesa como Lady Marian43 que me necesitara. Me decía que nos casaríamos y que yo me convertiría en un rey que viviría en un castillo con su reina. Cuando crecí y maduré, supe que lo que ella decía era mentira. Sólo una historia reconfortante contada a un niño asustado que echaba de menos a su madre y buscaba algo que le hiciera especial.

Pero funcionó. Llevé una forma de esa confianza y de esa caprichosa expectativa a la edad adulta, buscando siempre a la persona que rescataría; que me convertiría de un modesto forastero a realeza. Puede que lo haya idealizado en mi mente.

La noche que conocí a Claudia, parecía que estaba destinada a ser una reina. No sólo porque era hermosa de una manera obvia, casi regia. Si no por cómo se comportaba. No era una reina como la de Inglaterra; no era del tipo de Kate Middleton. Se parecía más a Cersai de Juego de Tronos. O la reina roja de Alicia en el País de las Maravillas.

Aquella noche, se acercó a mí bebiendo una copa de Chablis y agitando sus largas pestañas. Me puso la mano en el brazo, como si quisiera decirme algo. Así que me incliné. Me preguntó mi apellido. Y cuando se lo dije, parpadeó y susurró: — Claudia Chakrabandhu Becker Prachaya. Tiene un bonito sonido44, ¿No crees?

Me quedé de piedra. Fue como si entrara en mi vida en el momento exacto y me dijera lo que iba a pasar después. Y tenía razón. Porque aquí estamos, cinco meses después de nuestra boda, y ella está reinando sobre mí exactamente de la misma manera en que yo sabía que lo haría.

Yo era el epítome del dinero nuevo cuando nos conocimos. Todavía lo soy, francamente. Y en ese momento supe que no estaba dispuesto a jugar el juego del soltero rico elegible por mucho tiempo. Claudia encajaba perfectamente en el molde de lo que yo creía que debía ser mi vida. La imagen perfecta que había intentado pintar desde que tenía seis años, admirando reyes y reinas. Familias completas y capaces.

Me di cuenta al principio de las citas serias, en algún momento del segundo año de universidad, de que mis prioridades tenían menos que ver con la encantadora sensación de enamorarse y más con el pintoresco concepto de ello. Como una decisión de negocios. Parecido a un matrimonio concertado, en cierto modo. Te enamoras de la relación con el paso de los años más que del concepto descabellado del amor a primera vista. Por eso la proposición de Claudia la noche que nos conocimos me sentó tan bien.

Y esa es la parte que mis amigos nunca entendieron.

Asegúrate de que ese acuerdo prematrimonial sea férreo, había dicho Gun.

Sí, y también podrías empezar a ahorrar dinero para la terapia ahora, añadió New.

La verdad es que no me importaba. Conocía los riesgos desde el principio. Mi acuerdo prenupcial es, de hecho, a prueba de balas, y me entusiasmaba la perspectiva de poner fin al celo que siempre ha vivido dentro de mí. Sólo quería rescatar a mi princesa, casarme y traer al redil una familia ya formada. Además, el dinero nunca fue un problema. Knight-Life se había ido llenando de dinero, y entre eso y mis inversiones, podía, y puedo, permitirme con creces los excesivos gustos de Claudia.

Es más bien el constante alarde de jactancia lo que hace que se me muevan los ojos. La forma en que insiste en exhibir la riqueza de una manera que yo nunca haría por mi cuenta. Podría hacer que la odiara, pero no lo hago.

Doble Filo [PERAYA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora