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Damon entró a la tienda de juguetes y miró alrededor, era demasiado para escoger y no tenía ni la más mínima idea de lo que hacía un niño de tres años, había muchos juguetes, rompecabezas, kits de médicos.

Suspiró y fue con la encargada, Damon olfateó, era una Omega, lo cual era bueno ya que utilizaría por una vez su rango a su favor.

—Buenos días —la encargada lo miró con las mejillas completamente enrojecidas.

—Oh, buenos días ¿en qué puedo ayudarle?

—Mmm… quisiera su ayuda, visitaré hoy a un niño de tres años y me gustaría llevarle algo, ¿puede ayudarme?

Ella sonrió de medio lado, algunas hebras de cabello negro cayeron delante de su oreja.

—Claro, ¿cuántos desea?

—Sorpréndame —dijo con una sonrisa coqueta.

La Omega se sonrojó aún más y comenzó a poner cosas en una bolsa, la cuenta no excedió los cien dólares, Damon se fue de la tienda satisfecho y con el número de la empleada después de prometer llamarla.

Una lástima que no pudiese estar con Omegas, en verdad les agradaban.

Subió a su auto y condujo a la dirección escrita en la servilleta, la casa era grande, más de lo que pensó después de descubrir que el niño no tenía padres, evidentemente su abuela tenía una buena posición económica.

Damon miró arriba, el día no estaba muy agradable, se veían algunas nubes negras, no era un buen pronóstico y jugar fuera no sería una opción, no veía noticias, ahora se arrepentía de ello.

Tomó su regalo y caminó hacia allí, tocó el timbre, algunos ruidos se escucharon y luego la misma mujer mayor del día de ayer le abrió la puerta, Mikel atacó sus piernas aferrándose a él y echándose a llorar.

—¿Qué pasa? — preguntó cargándolo, el niño se aferró a su cuello y lo olisqueó.

—Viniste —lloriqueó, Damon le frotó la espalda y se echó a reír.

—Lo prometí —la mujer rubia abrió la puerta y sonrió levemente.

—Pasa, gracias por venir.

Damon asintió como agradecimiento y entró con Mikel encima, parecía una garrapata en vez de un cachorro.

—¿Viven solos aquí? —preguntó sin pensar mientras veía el amplio lugar, Damon se dio cuenta de su indiscreta pregunta cuando ya la Omega estaba contestando.

—Ah, sí, mi esposo falleció hace un tiempo. 

—Lo siento —murmuró.

—Gracias, toma asiento —Damon se sentó en el sofá, el niño no se despegó, la omega frunció el ceño—. Mikel, suéltalo, no se irá a ninguna parte.

Mikel negó frotando la cabeza contra él, Damon sonrió de medio lado y le acarició la cabeza.

—Puedes quedarte ahí o ver lo que traje para ti.

—¿Uh? —los ojos verdes de Mikel brillaron con la proposición, Damon levantó la bolsa.

—¿Quieres ver?

—Ujum —murmuró el cachorro mirando hacia la bolsa, Damon la dejó a su lado, Mikel salió de su regazo y gateó por el material, luego comenzó a sacar algunos juguetes, Damon miró a la abuela.

—Lo siento, no pregunté su nombre —la mujer abrió los ojos con sorpresa y negó.

—Oh, Dios, que mala educación, olvidé presentarme, soy Regina.

II (Sin) Un cachorro para amarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora