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Damon frunció el ceño mirando su teléfono, la discusión de ayer no terminó bien y por eso ahora la oficina era una total incomodidad, Misel alejaba la vista de vez en cuando de los planos para mirarlo.

Sentía su nerviosismo, pero no cedería, ese Alfa lograba ponerlo irritable sólo de recordar sus palabras de ayer, incluso le había dicho que visitara a un médico, eso lo hizo gruñir.

Sabía que esto pasaría y por eso no debió acceder por mucho que sus feromonas lo afectaran, joder, por supuesto que diría que había algo malo con él y no consigo mismo.

Damon frunció el ceño viendo al Omega de la vez pasada, el dueño del proyecto, las feromonas inundaron el despacho haciéndolo sentir enfermo, odiaba cuando los Omegas se imponían de esta forma.

Había trabajado con Darien por un buen tiempo y él nunca hizo esto, sus feromonas siempre estaban bien controladas, por lo que era agradable.

Damon sacó su pañuelo y se cubrió la nariz con él, no podía aguantarlo, no ahora, él se puso de pie y miró a Misel.

—Dejaré que sigas trabajando sin estorbos.

—Damon, no me estorbas —dijo Misel poniéndose de pie, Damon apretó la mandíbula cuando el Omega se aferró a su brazo y esparció más feromonas.

—Misel, quizás tiene algo que hacer, así es mejor, podemos estar solos —Misel lo miró de forma nerviosa.

—Pero…

—Sí, él tiene razón, tengo algo más importante que hacer, nos vemos —Damon mordió su labio inferior mientras le daba la espalda, Misel lo había mirado de una forma extraña y no estaba dispuesto a preguntarse la razón.

Salió de la oficina y caminó hasta toparse con Karl, él estaba hablando por teléfono y enrojeció a penas lo vio, un ramo de flores rojas estaba muy bien organizado sobre su mesa de trabajo.

Damon se despidió de él y entró en el ascensor, no tenía nada que ver con él, se ocuparía de sus propios problemas, unos que se agrandarían más cuando llegara su celo y no tenía a nadie con quien pasarlo.

Negó y dejó de pensar en ello, tarde o temprano saldría y encontraría algo que le acomodase lo suficientemente para ello.

Damon condujo hasta la casa de Regina y aparcó, Mikel estaba esperándolo en la verja y sus ojos brillaron con algo que parecían ser lágrimas.

—Estás aquí —lloró abriendo la verja y echándose a sus brazos, Damon lo cargo y le secó las mejillas, Mikel seguía inconsolable.

—¿Por qué estas llorando otra vez, cachorro?

—Es la abuela —lloriqueó apuntando hacia la casa, Damon tragó.

—¿Qué pasa con ella?

—D —murmuró.

—Vamos.

Damon corrió dentro y rebuscó por la sala de estar, Regina estaba limpiando el suelo ensangrentado con un paño, su cabeza aún estaba sangrando manchando la tela que tenía contra ella.

Damon hizo que se pusiera de pie y quitó el pañuelo de su cabeza para ver la herida, él la sentó en el sofá y pidió algo con que curarla, Regina señaló hacia una pequeña gaveta y tomó lo necesario para curarla.

No era una herida grande, ni siquiera llevaría puntos, Damon se sentó frente a ella en la mesa, Mikel escaló por sus piernas para sentarse en su regazo y Damon le acarició el pelo tratando de calmarlo, él seguía llorando.

—¿Qué pasó? —Regina tocó su frente y sonrió.

—Oh, sólo me caí, no fue nada grave, por suerte ya estaba al final de la escalera, Mikel, estoy bien ¿ves? —preguntó estirando su mano hacia él, Mikel rechazó el toque y se aferró a él.

II (Sin) Un cachorro para amarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora