Cambio de Emociones

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Loryann

Ocho treinta y ya estoy en Le Jules Verne, con un traje rojo de escote profundo en V. Y una abertura en la falda que comienza a mitad de muslo. «¿Muy provocativa?; pues sí». Me encantaba como la tela de este se dibujaba por el contorno de mi cuerpo. «No tenía intención de dejar ir a James intacto».

La reservación estaba preparada y pasé confiada en encontrarlo sentado a la mesa. Pero no estaba ahí. Se había retrasado. Lamenté que no estuviera porque quería que me viera acercarme tan sexy como me sentía. Tomé asiento y me percaté que mis manos temblaban por la expectativa; por lo que me di el lujo de probar una copa de vino blanco para calmar los nervios por volver a verle.

Antes de que me diera cuenta, había pasado media hora y ni señales de James. El teléfono no sonaba, los mensajes eran los normales. Y para cuando la hora se completó, lo único que me había sacado una sonrisa, fue el mensaje de Marie diciendo que ya estaban abordando el avión.

Mi paciencia se agotaba, pero a la vez, mi angustia se acrecentaba. ¿Y si no había podido tomar el tren? ¿Si algo malo le había ocurrido? Es curioso que por más que tratas de pensar en cosas positivas, los pensamientos encuentran el lado negativo y tomas otro sorbo de vino para borrarlos.

No me quedó de otra más que llamarle, pero no respondió a ninguno de sus teléfonos. «Tienen permiso de pensarlo. Me plantó». Busqué noticias del tren, pero el Eurostar estaba en funcionamiento normal y me arrepentí haber pensado que le convendría que el túnel en medio del canal, hubiera colapsado. «¡Dios, que de cosas pensé!»

—Allez-vous dîner, mademoiselle? —preguntó la mesera, con una sonrisa de lástima en su rostro.

—Non. Merci. L'addition s'il vous plaît —respondí alargándole mi tarjeta de crédito.

Salí del local con la cabeza en alto, como si modelara en una pasarela. Toda recta y el semblante serio. En un momento, sentí que un flash me iluminó y por instinto miré y pude ver a este sujeto con una cámara barata tomándome fotos. Lo que me faltaba, paparazzi. Los meseros le tomaron de inmediato y le quitaron la cámara. La mesera se acercó a mí y en un tono comprensivo me dijo que saliera tranquila, que la cámara de ese tipo se rompería. Le agradecí el gesto y me retiré apresurada.

Tomé el taxi, pero en lugar de ir directo al hotel. Me fui al paseo junto al río Sena y aprovechando uno de los bancos solitarios, me senté a pensar.

«¿Qué si lloré? No». Estaba furiosa. Más le valía al señor Ward, tener una buena excusa, si esperaba que le perdonara este insulto. Pero poco a poco, me fui calmando, al pensar en lo que habíamos conversado. Y sentí que algo malo le habría ocurrido. Comencé a preocuparme por James y eso me devolvió la razón de que no debía tomar las cosas apresuradas. Y lo había hecho una vez y me arrepentí.

Ya era media noche cuando caminé a pedir un taxi. La noche no terminó como esperaba y creo que me dormí encogida bajo las sábanas, con el celular a mi lado y una sensación de que algo malo había pasado.

 La noche no terminó como esperaba y creo que me dormí encogida bajo las sábanas, con el celular a mi lado y una sensación de que algo malo había pasado

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