La Magia del Cerezo

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Alexander

Después de trece horas de vuelo y veinte minutos de esperar por todo el equipaje, Natalia y yo caminábamos hacia la salida del aeropuerto de Birmingham, Alabama.

—Espera Nat. Mamá dijo que estarían esperándonos a la salida.

—¿Ya la viste? —preguntó ella.

—Aún no, pero conociéndola, puede que haya pasado la noche aquí.

—No exageres.

Natalia estaba fresca como lechuga porque pudo dormir casi todo el viaje. A mí se me hace difícil dormir bien mientras estoy en algo que se mueve.

Miré a todas partes, pero no logro ver a mi familia y comenzaba a sentirme un poco avergonzado con Nat, pero para disimularlo, me acerqué a la máquina de dulces.

—¡Alex! ¡Creo que ya vi a tu madre! —me grita Natalia mientras sacaba una barra de chocolate.

—Que bien —respondí, pero caí en cuenta de pronto—. Espera; ¿cómo sabes que es ella?

—Creo que debe ser la señora alta, con un cartel que dice: Aquí estamos, Alex.

Efectivamente era ella, aunque hubiera preferido decir que no, porque estaban mi madre y mis tíos, todos gritando y vitoreando en medio del aeropuerto como fans recibiendo a una celebridad. No tuve más remedio que reírme y dirigirme hacia ellos.

«¿Pueden creerlo?» Mi propia madre y mi tía, se limitaron a darme un abrazo y beso de paso y siguieron de largo a recibir más efusivamente a Nat. Solo el tío August se acercó y me saluda con un sincero y tranquilo apretón de manos.

—No han hecho otra cosa que hablar de tu chica —me dice el tío.

—Ya veo.

Y no conformes con el somero recibimiento, me mandan a ir al frente para flanquear a Nat en la parte de atrás de la camioneta del tío. Y ella lo disfrutaba sonriente respondiendo a la ráfaga de preguntas de las señoras.

—¿Todo está bien? —pregunta mi tío para hacer conversación conmigo.

—¿¡Que!? Sí, todo muy bien.

Estaba más pendiente de escuchar lo que hablaban las mujeres atrás.

—Olvida a tu pareja por el momento —comentó el tío—, ellas tienen suficientes preguntas para buen rato.

En medio del camino, siento un leve tope en mi hombro.

—¿Cómo te atreviste a hacer llorar a Natalia? —me recrimina mi madre.

—¿Tenías dudas de querer quedarte con ella? —le siguió mi tía.

Nat desembuchó, con mucho gusto, todo lo nuestro en el camino de una hora a Madison. Llegamos a la casa y aún las señoras impedían que me acercara a mi pareja, y eso me comenzó a molestar algo. Pero por suerte, Nat me comprendió y se acercó para congraciarse conmigo.

—Bien. Tomaré un baño y soy toda tuya —me dijo.

—Y me dejarás solo con mi madre y mi tía.

Por respuesta se sonrió, me dio un beso tierno y se alejó para subir las escaleras.

Luego de que tomé mi baño, almorzamos y antes de que la tarde cayera, llevé a Natalia al parque del cerezo.

Todo estaba muy diferente. La comunidad había despejado y aclarado el camino hacia el cerezo del señor Kobayashi. De hecho, así se llamaba el parque, Kobayashi's Park. Un lugar pacífico y hermoso en el que ya había varios bancos para sentarse y el que el ilustre ciudadano de origen japonés había construido, se notaba haber sido restaurado.

Ladrón de Besos(Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora