Capítulo 4

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Para desgracia de Aemond, Baela y Rhaena tuvieron que irse de nuevo pero intercambiaban cartas constantemente, su amistad no se desvaneció a pesar del tiempo que no se habían visto.


Lamentablemente cuando se volvieron a reunir, Aemond ya tenía diez años y fue en el funeral de Laena Velaryon, la madre de las gemelas. Laena había muerto en el parto y toda la familia Targaryen se embarcó en un viaje hasta Driftmark para su funeral.


La tía Heleana había dicho antes de partir que "debería cerrar un ojo" y luego lo miró con tristeza, Aemond simplemente se alejó mirando extraño a su tía, ella era extraña pero también dulce.


El funeral fue triste y sombrío, Aemond agradeció a los dioses cuando todo terminó. 


Pero cuando la noche llegó, luego del funeral, se encontró vagando por el castillo, sus pies lo llevaron hasta la playa y se deleitó con las olas y el olor a sal marina. 


Deambuló hasta que luego encontró a Vhagar. 


La enorme dragona lo llamó como una sirena y él obedeció caminando hasta ella, Vhagar ya lo estaba mirando, atenta a todos sus movimientos, sus ojos fijos en su pequeña figura.


Aemond se preguntó ¿podría reclamarla?


Imagino todas sus posibilidades. 

Sería un verdadero Targaryen. 


No un bastardo, un dragón. 


- Vhagar - dijo Aemond extendiendo su mano. La dragona se inclinó hasta su mano extendida.


- Ella me iba a incinerar antes - dijo Rhaena. - Creo que te a elegido a ti como su jinete. 


Aemond se sobresaltó por la voz de la alfa, no la había visto en ningún momento - ¿Tú crees? Pero era de tu madre, es tu derecho reclamarla...


Rhaena asintió con entusiasmo. - Adelante primo, hazlo. Los dragones no son para reclamar, ellos te elijen y Vhagar te a elegido a ti.


Aemond respiró y tomó las cuerdas de Vhagar quien seguía mirándolo sin hacer nada, subió la larga escalera y cuando finalmente estuvo en la silla de montar se sintió poderoso, el dragón más antiguo existente lo había elegido como su jinete, era digno de Vhagar, mamá estaría orgulloso.


Rhaena se fue moviendo la mano en despedida deseándole un feliz vuelo.


Y fue entonces que Vhagar alzó sus alas y tomó vuelo por el cielo oscuro de la noche.


Aemond gritó de alegría mientras se aferraba a las cuerdas, sus manos dolían por la falta de guantes de montar pero ¿qué importaba? ¡tenía un dragón!


Finalmente se sentía completo, como un verdadero Targaryen. 


Él era un dragón. 


Tenía que decirle a Lucerys en cuanto volviera al castillo. 


Cuando Vhagar aterrizó en la playa de nuevo, Aemond le agradeció y se deslizó hasta la arena, acarició las escamas de la dragona y sonrió feliz corriendo hasta el castillo.


Ya era de noche y los pasillos en su mayoría estaban libres, únicamente algunos guardias vigilando, Aemond corrió hasta la que suponía que era la habitación de su madre, el pasillo estaba libre de guardias y frunció el ceño al escuchar los ruidos extraños provenientes de la habitación de su madre, se apresuró a llegar, quizás Luke necesitaba de su ayuda, abrió la puerta y los ruidos fueron más claros, más altos y más extraños, miró por la puerta entreabierta y jadeó con horror. 


My Mother, My Omega (Lucemond)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora