Capítulo 14

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Aemond estaba encantado con el olor dulzón que había adquirido Lucerys desde que habían confirmado su embarazo, sus feromonas dulces inundaban el castillo siendo mucho más fuertes que antes. Su pequeño estómago había comenzado a crecer, a penas un bulto poco notable aún, pero el alfa sabía que su hijo estaba allí, podía sentirlo.

Lucerys por su parte estaba feliz de ver crecer su estómago con cada semana que pasaba, ahora tenía más experiencia y su cuerpo lo estaba tomando bastante bien, se sentía mucho más radiante que nunca. El maestre lo examinaba constantemente para que todo su embarazo fuese saludable, hasta el momento todo iba bien.

Lucerys y Aemond estaban más que felices con sus nuevas vidas juntos.

Aemond no dejaba de seguirlo como un cachorro todo el tiempo, para el omega no era algo nuevo, el alfa siempre tenía la costumbre de perseguirlo por todos lados desde que tiene uso de razón, pero ahora era diferente, se sentía diferente. Aemond siempre estaba alerta de cualquier cosa que el omega necesitara, sus antojos de media noche Aemond los cumplía aunque fuese tomar a su dragón a media noche y volar hasta Pentos por alguna comida exótica extranjera que a su omega embarazado se le antojara.

Este día, ambos se habían tomado el día para descansar, estaban en uno de los jardines de Red Keep, Aemond recostado en el tronco de un árbol frondoso leyendo un libro tranquilamente mientras que Lucerys estaba acostado en sus piernas mirando el cielo con sus manos en el vientre hinchado pensando.

- ¿Que es lo que deseas que sea él bebé? - preguntó de repente Lucerys mirando al alfa desde su forma acostada - ¿Un alfa, omega o beta?

- Un omega, no hay tantos omegas en la casa Targaryen y tener uno sería genial - dijo Aemond sin dejar de mirar el libro entre sus manos. - Los omegas son bendecidos por los dioses Valyrios.

- ¿Que pasa si es un alfa? - dijo Lucerys jugando con los anillos en sus dedos.

Aemond arrugó el entrecejo y finalmente dejó de pretarle atención al libro entre sus manos y miró a su omega - No lo sé, no lo había pensado antes.... es complicado.

- ¿Porqué? - Lucerys insistió queriendo saber más sobre esto.

Aemond suspiró y cerró el libro que estaba leyendo dejándolo a un lado en el césped. - Porque yo soy un alfa.

Lucerys frunció el ceño.

Aemond continuó hablando mientras comenzó a acariciar los largos mechones oscuros del cabello del omega. - Conoces perfectamente nuestra historia, ser tu hijo no me impidió tomarte como mío.

- Pero él no.... - Lucerys comenzó pero fue interrumpido.

- No hay nada en el mundo que podría quitarme a mi omega, eso incluye a nuestro hijo - dijo el alfa decidido. - Pero no quiero pensar en eso, quiero disfrutar de la paternidad.

Lucerys decidió guardar silencio mientras Aemond lo miraba desde arriba. Luego de un rato, Aemond volvió a hablar. - Lo lamento, cariño. Si es un pequeño alfa lo que deseas, yo cuidaré de él, después de todo es mi hijo, mi sangre.

El omega murmuró de acuerdo. - No tengo una preferencia específica, sin embargo le aceptaré, le amaré y protegeré de todos, incluyendote. - amenazó.

Aemond frunció el ceño levemente ante su comentario acusador bastante directo. - Prometo no dañar a nuestro cachorro.

- Entonces prometo no dañarte si no dañas a nuestro cachorro - dijo Lucerys y le sonrió.

Aemond borró su ceño fruncido y le sonrió a cambio, sabía que los omegas eran muy protectores con sus cachorros, especialmente Lucerys quién había sido muy protector con él y no esperaba menos de su parte, estaba orgulloso de su omega protector.

Aemond había escuchado muchas historias de parte de su tío Jacaerys de cómo Lucerys lo defendía y lo cuidaba, como un verdadero dragón, Aemond no podía estar más que agradecido con Lucerys por todo lo que una vez hizo por él a pesar de las circunstancias, el alfa estaría eternamente agradecido y trataba de demostrarle con hechos y palabras cuanto lo amaba.

- No esperaba menos de ti, mi amado omega - dijo Aemond acariciándole el cabello - Nuestro cachorro tendrá la mejor madre, estoy muy seguro de eso.

Lucerys sonrió y Aemond volvió a recostarse contra el tronco del árbol para volver a su libro concentrándose en las palabras, sin embargo se dio cuenta de que únicamente releía la misma línea.

La mente del alfa ahora estaba ocupada en asuntos más importantes como por ejemplo su cachorro y su omega, Lucerys había dado todo por Aemond desde que nació, sabía el sufrimiento que pasó su querido omega al ser un omega joven soltero y con un hijo, pero ahora Aemond estaba para él, era su turno de proteger y cuidar a su preciado omega y su cachorro, haría lo que fuera por ellos, estaba tan agradecido con el omega y se aseguraría de devolver cada segundo que Lucerys le dió.

Aemond sonrió y continuó acariciando el cabello del omega distraídamente mientras volvía a leer, esta vez concentrándose en la historia.

El omega continuó divagando en sus pensamientos sintiéndose un poco abrumado por las palabras anteriores del alfa. Aemond ya había demostrado que era muy sanguinario, pero a su vez había hecho todo para que Lucerys estuviese bien. El omega no sabía si preocuparse o sentirse reconfortado.

Unas semanas más tarde, Aemond fue llamado para presentarse ante la Reina Rhaenyra, ella tenía una espada sobre la mesa que brillaba como el acero valyrio, Aemond tenía curiosidad pero no se inmutó y miró a su abuela.

- Esta espada a pasado por algunas generaciones en nuestra casa, la casa del dragón  - dijo Rhaenyra.

La espada era bonita, casi tan bonita como hermana oscura, era delgada del mango y decorada por un dragón con alas extendidas en color negro, con rubíes como ojos. La espada brillaba ante el fuego de la chimenea, Aemond simplemente quería tocarla, saber si era pesada o lo suficiente liviana como para cortar con facilidad.

- Aemond, quiero que te unas a la guardia como comandante - dijo Rhaenyra sin rodeos. 

- Mi reina... yo... - Aemond parpadeó mirándola.

- Haz demostrado ser lo suficientemente leal y fuerte para guiar a nuestro ejército, te confío mis armas y hombres. - Dice Rhaenyra tomando la espada con ambas manos para extenderla.

Aemond toma la espada y la mira con asombro, es mucho más bonita de cerca, el acero brilla y se siente tan liviana en la palma de su mano, sonrié sin poder evitarlo, él hará que su abuela se sienta orgullosa de él.

- No te defraudaré, abuela - dice Aemond sonriendole a la Reina.

- Se que no lo harás  - ella le dice sonriéndole de vuelta y le acaricia la mejilla con cariño. - Mi reino y mi hijo están en buenas manos, querido.

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⏰ Última actualización: May 22 ⏰

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My Mother, My Omega (Lucemond)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora