Capítulo 12

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La puerta se cerró suavemente y Lucerys tembló cuando la cama se hundió a su lado, luego unos brazos lo abrazaron y el olor del alfa lo golpeó casi de inmediato.

- Se que estás despierto, puedo escuchar tu corazón acelerado. 

- ¿A-Aemond? - preguntó aún sabiendo la respuesta. 

Aemond tarareó sin dejar de abrazarlo.

- Dioses me asustaste - Lucerys pasó sus manos por la larga cabellera del alfa y notó que estaba húmedo - ¿Acabas de venir?

- Si - dijo Aemond. - Me di un baño antes de venir a verte.

Lucerys tarareó. - Yo esperaba encontrarte aquí pero Daemon dijo que no habías venido. 

Aemond se incorporó y lo miró, aún con la tenue luz de la luna filtrándose en la habitación podía ver como Aemond se mordía el labio inferior debatiéndose sobre que decir.

- Fui a Essos - dijo finalmente - Tenía algo personal que hacer, no te preocupes. 

- ¿Y eso es....?

Aemond volvió a tomar su posición anterior sobre él y tiró de las sábanas dejándolo en su ropa de dormir. - Nada que pueda preocuparte, en absoluto. 

Lucerys frunció el ceño e iba a replicar pero Aemond lo despojó de su ropa rápidamente. 

- Te extrañé tanto - dijo Aemond. - Te desee todos estos días. 

Lucerys suspiró en cuanto el alfa estuvo de nuevo entre sus piernas y no perdió el tiempo en lamer su coño, el omega gimió tirando de los mechones de su cabello platinado.

Lucerys ahogó un gemido cuando uno de los dedos de Aemond se hundió en él deslizándose fácilmente por el lubricante natural. Luego no pudo contener un grito cuando el alfa pasó su lengua por su entrada lamiendo cada gota de lubricante que quisiera escapar, movió su dedo metiendolo lentamente una y otra vez haciéndo desesperar al omega. 

- ¡Más! - jadeó bajito y el alfa obedeció introduciendo dos dedos más en él. 

Abría una y otra vez sus dedos en forma de tijeras mientras lamia todo el lubricante que salía, era jodidamente adictivo, tan dulce, sentía que nunca se cansaría de probarlo. 

- Te necesito a ti - gimió Lucerys cerrando sus ojos, podía sentir como varios espasmos atacaban su cuerpo cada vez que con sus dedos tocaba los puntos nerviosos en su interior. - ¡Aemond!

Aemond le proporcionó una bofetada en el coño y Lucerys gimió poniendo los ojos en blanco. El vaivén de los dedos del alfa aumentó, entrando cada vez más rápido una y otra vez enloqueciendo al omega quien no paraba de gemir y jadear mientras se aferraba a las sábanas.

Aemond sacó sus dedos de su interior y lamió todo el lubricante que seguía saliendo de su entrada, hundió su lengua en el pequeño agujero y Lucerys gimió fuerte sintiendo como los espasmos lo golpeaban.

My Mother, My Omega (Lucemond)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora