(XXVI) La Voluntad del Destino.

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No era la primera vez que Tai Lung estaba rodeado de oponentes armados, y en todas las situaciones había escapado gracias a sus habilidades y fuerza, pero nunca antes tuvo que proteger a alguien que yacía moribundo sobre el suelo.

Los bandidos cargaban de frente, de cinco en cinco, de diez en diez. Venían de todas direcciones. La mayoría iba a por su cabeza, dos o tres intentaban acabar con la vida de Tigresa rebanando su malherido cuerpo.

Usaba cada gota de energía para golpear a sus oponentes en una lluvia frenética de golpes danzantes alrededor de Tigresa. Como un tornado, arremetía contra los cráneos de sus oponentes o sus débiles extremidades. No los mataba, pero los dejaba muy mal heridos, lo suficiente cómo para que no pudiesen levantarse otra vez. Pero eran demasiados.

Eventualmente, más y más bandidos se unían a la refriega. EL leopardo de las nieves luchaba con una fiereza que no experimentaba desde Chorh-Gom, mientras reprimía sus instintos para no acabar con la vida de ninguno. La lucha, tanto fuera como dentro de él, era brutal y salvaje. Pero por más que se esforzara, la abrumadora cantidad de enemigos eventualmente atravesó su defensa.

En un rápido movimiento que no pudo prever, Tai Lung se percató de un bandido corriendo a sus espaldas. Cargaba de frente, con su lanza lista para desgarrar el cuerpo y matar a su víctima, pero el leopardo no era su presa. Su objetivo era la moribunda Tigresa que yacía sobre el suelo.

No había tiempo para pensar, apenas había tiempo para reaccionar. Saltó para detener al atacante, pero sus pies no tenían el agarre suficiente sobre el suelo debido a la sangre que corría sin descanso del cuerpo del dragón de Komodo que yacía con el cráneo destrozado a sus pies. El leopardo de las nieves sólo alcanzó a dar un torpe salto, pero logró detener la lanza del atacante, aún así, esto le costó muy caro.

La lanza se resbaló de sus manos, y terminó perforando su abdomen. La cabeza afilada de metal atravesó la piel y los músculos, desgarrando la carne hasta que la punta salió apenas unos centímetros en su espalda. El dolor lo obligó a lanzar un desgarrador grito de dolor, y se hubiese desplomado sobre el suelo de no ser por las grandes cantidades de adrenalina que bombardeaban su cuerpo.

El bandido sonrió, sabiendo que esa herida sería mortal, pero su felicidad duró apenas unas milésimas de segundo. Dos enormes prensas golpearon su cabeza, aplastándole el cráneo en un instante. Los fragmentos de hueso perforaron la carne y salieron disparados en un abanico aterrador de astillas, sangre y sesos, y su mandíbula arremetió con fuerza sobre el suelo. Con solo su fuerza bruta y la descarga de adrenalina que sufrió, Tai Lung aplastó el cráneo del bandido con sólo sus manos en un mortal ataque sobre los costados de la cabeza de su oponente.

El cuerpo del bandido calló sin vida sobre sus pies, mientras la sangre de ambos cadáveres cubría el suelo rocoso a su alrededor. La lanza permanecía clavada sobre su abdomen, como la varilla de una paleta de caramelo. Sabía que no debía sacarla, pues esto causaría una pérdida masiva de sangre y eventualmente, la muerte. Así que tomó una decisión drástica, pero no incorrecta.

Similar a cómo los karatecas rompen las tablas, usó el canto de su mano para romper el eje de la lanza en una sección que sobresalía unos diez centímetros de su cuerpo. El dolor fue brutal, pero al menos ya no tenía esa enorme vara de madera sobresaliendo. Podía ver el fragmento astillado que sobresalía de su abdomen, y sentía perfectamente la punta metálica enfriando su cuerpo en su interior. Era como estar en el infierno, pero no había tiempo para esas pequeñeces.

Tai Lung alzó la mirada, y pudo ver las rizas macabras que mostraban los rostros de sus oponentes. No les importaba la brutalidad con la que uno de los suyos había sido masacrado, pues se interesaban más en el hecho de la debilidad del leopardo, así como de su inminente derrota. Y con solo cinco segundos de descanso, los bandidos volvieron a atacar. Pero el autocontrol se disolvió en la mente de Tai Lung.

Kung Fu Panda Fanfic - La Sombra de la Ciudad de GongmenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora